Ayudando a Meg

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Meg se había torcido en tobillo, iba ser difícil regresar a casa caminando.

‐No puedo tomar un coche; costaría mucho; además, sería difícil encontrarlo, porque la mayor parte de los invitados han venido en sus propios vehículos; las cocheras están lejos, y no tenemos a nadie a quien enviar.

‐Yo iré.

‐De ningún modo; son más de las diez y está oscuro como boca de lobo. 

‐Se lo diré a Laurie, él irá ‐dijo Jo, como quien tiene una idea feliz.

‐¡No por favor! No pidas nada ni hables a nadie.

Como no tenían otra opción Meg decidió que lo mejor sería descansar hasta que Hanna llegara.

‐Ahora van a cenar. Me quedaré contigo, lo prefiero-dijo Jo

‐No, querida; ve y tráeme un poco de café. Estoy tan cansada que no puedo
moverme.  

Jo hizo su camino torpemente al
comedor. Dirigiéndose a la mesa, sirvió el café, que volcó inmediatamente, poniendo el
frente de su vestido tan malo como la espalda.  

‐¡Ay de mí! ¡qué atolondrada soy!-exclamó Jo, estropeando el guante de Meg al frotar con él la mancha del vestido.  

‐¿Puedo ayudarla? ‐dijo una voz amistosa. Era Laurie, con una taza llena en una mano y un plato de helado en la otra.  

‐Trataba de buscar algo para Meg, que está muy cansada; alguien me hizo tropezar, y aquí estoy hecha una calamidad ‐respondió Jo, echando una mirada desde la falda manchada al guante teñido de café.  

‐¡Qué lástima! Yo buscaba a alguien para darle esto. ¿Puedo llevárselo a su hermana?  

‐¡Muchas gracias! Lo guiaré a donde está. No me ofrezco a llevarlo yo misma, porque temo hacer otro desastre.  

Jo fue adelante, y como si estuviera muy acostumbrado a servir a las señoritas, Laurie acercó una mesita, trajo helado y café para Jo, y estuvo tan cortés, que hasta la exigente
Meg lo calificó de "muchacho muy simpático".  

Pasaron un buen rato con los caramelos, que tenían preguntas y respuestas, y estaban en medio de un juego tranquilo de "Susurro", con dos o tres jóvenes que se habían unido a ellos, cuando apareció Hanna.

Como a Meg aún le dolía mucho su tobillo, Jo comenzó a pedir ayuda para poder conseguir un carruaje, cuando Laurie, que había oído lo que decía, vino a ofrecer el coche de su abuelo, que acababa de venir por él.  

‐Es demasiado temprano y usted no querrá irse todavía  ‐comenzó Jo, aliviada en su ansiedad, pero vacilando en aceptar la oferta.  

‐Siempre me voy temprano... ¡de veras! Permítame que las lleve a su casa; paso por allá, como usted sabe, y me han dicho que está lloviendo.  

Eso la decidió; diciéndole lo que le había ocurrido a Meg, Jo aceptó agradecida y subió corriendo a buscar el resto de la compañía. Hanna detestaba la lluvia tanto como un gato, así que no se opuso, y se fueron en el lujoso carruaje, sintiéndose muy alegres y elegantes.  

Laurie subió al pescante, para que Meg pudiese descansar el pie en el asiento, y las chicas hablaron del baile a su gusto.  

‐Me he divertido mucho; ¿y tú?-preguntó Jo, desarreglando su cabello y sentándose cómodamente.  

‐Sí, hasta que me torcí el pie. La amiga de Sallie, Anna Moffat, simpatizó conmigo y me invitó a pasar una semana en su casa cuando vaya Sallie; Sallie irá durante la primavera, en la temporada de ópera, y será magnífico, si mamá me permite ir ‐respondió
Meg, animándose al pensarlo.  

‐Te vi bailar con el hombre pelirrojo, del cual me escapé; ¿era simpático?  

‐Mucho. Tiene el cabello color castaño, no pelirrojo; estuvo muy cortés, y bailé una redoval con él.  

‐Parecía un saltamontes cuando bailaba el paso nuevo. Laurie y yo no podíamos contener la risa. ¿Nos oíste?  

‐No, pero fue algo muy descortés. ¿Qué hacían escondidos allí tanto tiempo?
  
Jo contó su aventura, y cuando terminó estaban ya a la puerta de la casa. Después de dar a Laurie las gracias por su amabilidad, se despidieron y entraron a hurtadillas, con la esperanza de no despertar a na‐die; pero apenas crujió la puerta de su dormitorio, dos gorritos de dormir aparecieron y dos voces adormiladas, pero ansiosas, gritaron:  

‐¡Cuenten del baile! ¡Cuenten del baile! 
 
Con lo que Meg describía como "gran falta de buenos modales", Jo había guardado algunos dulces para las hermanitas, y pronto se callaron después de oír lo más interesante del baile.  

‐No parece sino que soy una verdadera señora, volviendo a casa en coche y sentándome en peinador con una doncella que me sirva ‐dijo Meg, mientras Jo le cepillaba el cabello.

‐No parece sino que soy una verdadera señora, volviendo a casa en coche y sentándome en peinador con una doncella que me sirva ‐dijo Meg, mientras Jo le cepillaba el cabello

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Escrito basado en su totalidad en el libro.

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⏰ Last updated: Dec 31, 2020 ⏰

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Momentos: Jo & LaurieWhere stories live. Discover now