-Perdiendo de nuevo-

20.6K 1.7K 196
                                    

—Tengo miedo de que me dejes como la demás gente importante en mi vida. Tengo miedo de un día abrir los ojos y ya no verte a mi lado. Tengo miedo de perderte, Enzo; de perderte como he perdido a la únicas personas que me he atrevido a amar.

—Deberías dejar de ser tan insegura y darte cuenta de que eres mi mundo, Mil. ¿Cómo crees que podría seguir viviendo sin ti?

~○~○~Ƹ̴Ӂ̴Ʒ~○~○~

Rosy entró a la casa con una llave que Enzo le había entregado y trató de no hacer demasiado ruido. Ya pasaba de medianoche y seguramente él ya se encontraba en un sueño profundo.

La casa estaba iluminada solamente por la luz de la luna que alcanzaba a filtrarse por las ventanas, causando así que a Rosela se le hiciera más complicado el caminar con cuidado y en silencio.La lluvia seguía golpeteando con un ritmo relajante fuera en la fresca noche, pero ella sabía que la lluvia hacía todo menos relajar a Enzo y eso era lo que le preocupaba. Que la lluvia lo hacía deprimirse, entristecerse hasta el punto de querer encerrarse de nuevo, pero esta vez ella no lo dejaría; esta vez ella estaría para sostenerlo, para recoger los pedazos de su corazón.

Rosy sabía lo que era perder a su alma gemela, por lo que comprendía a la perfección a su novio. Ella era consciente de que jamás ocuparía el lugar que Milay tuvo, así como Enzo nunca podría ocupar el lugar que Said, su difunto esposo, había dejado vacío en su vida; Enzo nunca sería la mitad del alma que Rosy había perdido aquel fatídico día.

Ella creía que solo una vez se logra amar completamente en la vida; que solo una vez se logra acoplarse con una persona  de tal manera que todas sus esquinas y bordes  encajen como dos piezas de un rompecabezas. Solo una vez una persona te puede hacer llegar al cielo  y tocarlo con la yema de los dedos, para luego caer sin miedo, sin dudas, porque en el fondo sabes que esa persona te atrapará, que jamás traicionaría tu confianza dejándote caer, lastimándote.

Caminó dentro de la habitación con cortos pasos, pero se detuvo al encontrar a Enzo sentado en el borde de su cama con una botella de alcohol casi vacía colgando entre sus dedos.

—Enzo —soltó en un susurro consternado. El Enzo que ella conocía había dejado de tomar y emborracharse meses atrás cuando comenzaron a salir. Nada, ni la lluvia ni las noches llenas de recuerdos lo habían llevado a refugiarse en la bebida nuevamente. Ella se había convertido en su refugio, por lo que no había tenido por qué buscar cobijo en ninguna otra parte. Pero ahora... Rosy no sabía lo que estaba pasando.

Vio cómo Enzo desvió la mirada lentamente desde la ventana donde observaba las gotas caer y la enfocó en ella. Sus ojos estaban apagados, irritados y sus mejillas húmedas con lágrimas derramadas libremente. Él, siempre tan reservado, tan dueño de sus sentimientos, estaba llorando sin vergüenza frente a ella.

Su corazón se estrujó un poco al ver cómo el hombre que estaba comenzando a amar cada vez más seguía sufriendo por su antiguo amor. Quería decirle que estaba bien sufrir, que estaba bien romperse a veces, pero también quería decirle que era tiempo de superarlo incluso cuando ella aún no superaba la muerte de su esposo, la cuál había sucedido cinco años atrás.

—Rosy —la llamó él con voz quebrada por el alivio. Estaba llena de necesidad por ella y Rosy se acercó con grandes zancadas y lo atrajo en un fuerte abrazo; la cabeza de él contra su pecho y sus fuertes brazos rodeando su cintura. Él se permitió llorar sin pudor frente a ella, se permitió derrumbarse y ella no pudo evitar preguntarse lo que había pasado para que se pusiera así. Algo dentro de ella le decía que no era algo tan simple como un día lluvioso.

—Enzo —repitió su nombre con dulzura—, cariño, dime qué está mal. Trataré de arreglarlo —prometió. Le dolía mucho verlo así y más al saber que era por la otra mujer que amaba. Seguía diciéndose que era normal, que ella misma en ocasiones se rompía con los recuerdos al lado de su esposo, pero eso no menguaba el suplicio que vivía al saber a su novio así, afligido por la perdida de otra mujer. Sentía un poco de celos y eso la hacía sentir horrible.

—Me llamaron del hospital, Ros. Me dijeron que... —Sacudió su cabeza y ella imaginó lo peor. Enzo suspiró y se separó de su pecho para verla a los ojos—. Milay ha despertado, Ros. Ella ha vuelto —confesó con miedo.

¿Miedo? Rosela no podía entender porque esa emoción se encontraba en las profundidades de sus ojos. ¿No debería estar feliz? ¿Incluso cuando ella sentía que su vida se desmoronaba de nuevo?

Era por eso que no se había permitido salir con nadie en los pasados cinco años. Por miedo a sufrir otra perdida. Pero Enzo la había atrapado con su actitud sombría y melancólica. Vio en sus ojos la soledad y el dolor, y  supo que ese hombre la comprendería; que si se ganaba su cariño él la cuidaría y la haría feliz. Que jamás la lastimaría a propósito.

Pero ahora la estaba lastimando, aunque no era su intención y lo sabía.

—Eso es bueno, amor —se obligó a decir a pesar del nudo que obstruía su garganta. Pintó una sonrisa en su rostro,  aun cuando ya lo sentía escurrirse de su vida, y acarició su mejilla con ternura e infinito cariño—. Deberías estar feliz por ello.

Le tomó todas sus fuerzas decir aquello con fingida despreocupación cuando solo quería llorar porque su amor no era suficiente para mantener cerca a las personas que quería. No a sus amigos, no a su esposo, no a Enzo.

—Yo... no sé cómo reaccionar —confesó él con pesar—. Ella ha despertado, pero si eso significa que te perderé, yo... Mierda, Ros, no sé qué hacer. Te amo, te amo tanto que me da miedo perderte, pero también tengo miedo de perderla a ella otra vez. No me imagino sin ninguna de las dos ahora. Sé sincera, Ros. ¿Crees que se puede amar a dos mujeres al mismo tiempo? —preguntó él con dolor. Estaba siendo sincero, le daba puntos por ello.

Le estaba confesando que seguía amando a Milay, y ella no era nadie para molestarse por eso. Ella seguía amando a Said, y si él regresara de la muerte; si volviera y se pusiera frente a ella... Rosela no sabría a quien elegir. Said, la persona que le enseño a amar y ser feliz, o Enzo, el hombre que le mostró que se puede ser feliz a pesar de tener demonios internos; el hombre que había confiado en ella y con quien se había arriesgado a volver a abrir su corazón.

—Creo que debes hacer lo que creas mejor, Enzo. Yo no soy nadie para decirte lo que tienes qué hacer. Deberías averiguar por ti mismo lo que quieres y con quién deseas estar. Yo solo... debo dejarte ir, amor. Por más que esto me esté rompiendo el corazón otra vez, debo dejar que seas tú quien decidas y no presionarte a nada. Ve con ella, visítala y háblale de nosotros. Averigua si sientes lo mismo por ella y si lo que sientes por mí se le asemeja un poco. Yo estaré esperando a que tomes una decisión. —Rosy besó sus labios y se alejó de él con lágrimas en los ojos por la decisión que estaba tomando. Alejarse antes de que se alejaran de ella—. Adiós, Enzo. Espero verte pronto.

Se dio la vuelta y tres segundos después Enzo escuchó la puerta cerrarse con suavidad. Un trueno sonó partiendo el silencio en el que se había sumido, y él se dejó caer contra las frescas sábanas del colchón preguntándose que debía hacer ahora.

¿Enfrentar el pasado y seguir adelante? ¿O regresar con Milay y continuar las cosas como siempre debieron ser?

Cualquiera de las dos decisiones que tomara dolerían como nada hubiera dolido antes porque en tan pocos meses, Rosy se había llevado la mitad de su corazón. Se había adueñado de la mitad que Milay no poseía.



Momentos contigo ✔ [2015]Where stories live. Discover now