-Todos mentimos-

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Tras la partida apresurada de Milay, Enzo supo que tenía que seguirla, que esta vez no podía dejarla ir, no importaba que ella planeara casarse; Enzo no lo iba a permitir. Ese tiempo sin ella había estado volviendo loco; él siempre la había reclamado como suya y el pensamiento de no tenerla a su lado nunca más lo estaba carcomiendo. La pura idea de que fuera a pasar su vida con otro hombre lo estaba sacando de sus cabales.

Inclusive viviendo con Rosy, no podía dejar de pensar en Milay; en la vida que habrían podido tener juntos. Nunca podría dejar de hacerlo, lo había intentado y había fracasado miserablemente. De alguna manera, cualquier pensamiento, por más absurdo o simple que fuera, terminaba llevándolo a los momentos que había pasado con Milay.

Un segundo estaba pensando en qué ropa ponerse, y al siguiente recordaba cómo Milay ataba sus corbatas para después tirar de ellas y besarlo con dulzura. Todo tenía relación con ella, sentía que era el centro de su universo y el tenerla lejos solo lograba desestabilizar su existencia. Nada estaba en orden, nada tenía sentido. Los colores habían perdido su brillo y los sabores su atractivo;  todo porque Milay, quien le daba significado a todo, estaba fuera de su vida.

Debió escuchar a Rosy cuando le dijo que no era necesario que se mudaran juntos, a Milay cuando le rogó que no la dejara, a su conciencia cuando le dijo que lo que estaba haciendo estaba mal, que se iba a arrepentir después, pero ignoro todo y a todos; por eso ahora pagaba las consecuencias. Pero no más. Ahora ya no se iba a mantener alejado de ella.

Hablaría con Rosela, ella entendería. Y Milay... también. Tenía que entender que no podían estar separados, que estaban hechos el uno para el otro y que no se detendría hasta que lo aceptara de nuevo en su vida. Pero... ¿y si ella decidía que no era merecedor de una segunda oportunidad? Después de todo le había dicho que ya no lo amaba. Enzo quería creer que era mentira, que lo había dicho en un impulso por liberarse de él. Al fin y al cabo, todos mentíamos alguna vez por una u otra razón. Ya fuera para protegernos o para proteger, porque a veces la verdad duele más que una mentira, y estar en la ignorancia nos hace vivir en un mundo donde todo parece estar bien.

De igual manera, si Milay decidía que no era suficiente para ella, buscaría la manera de que lo perdonara. Se dedicaría toda la eternidad a hacerla feliz, a cumplir sus deseos, con tal de ser merecedor de su perdón, de recuperar su amor. Estaba dispuesto a pagar cualquier precio solo por tenerla de nuevo a su lado.

Tomando las llaves de su coche, Enzo salió del restaurante y subió a su coche con dirección al lugar de Milay. Lo recordaba con claridad y no le fue difícil llegar, después de todo quedaba a tan solo unos instantes del que alguna vez había sido su hogar; donde las paredes fueron testigos del amor que se profesaban y las promesas que se declararon.

Bajó del auto con la entereza de que estaba haciendo lo correcto y se dirigió a la puerta, la cual tocó con firmeza una vez que la tuvo enfrente. No sabía con seguridad qué esperaba cuando la puerta se abriera, pero definitivamente no a una Milay con ojos hinchados y lágrimas surcando su rostro, esas gotas que eran prueba de lo mucho que le dolía la situación. Esas hileras de agua que le bañaban la mejillas gritaban que había mentido, que sí lo seguía amando y que solo necesitaba insistir un poco más para convencerla de que todo estaría bien.

Antes de que ella pudiera decir nada, abrió la boca y le dijo que había aprendido la lección, que no pensaba dejarla ir sin luchar antes, palabras ante las cuales Milay soltó un profundo suspiro cansado.

Quería creerle, quería recibirlo de nuevo entre sus brazos, pero no podía hacerlo sin pensar antes en la mujer que llevaba en su vientre al hijo de ese hombre. Sacudiendo la cabeza con pesar, dio un paso afuera y cerró la puerta tras ella. No planeaba dejarlo entrar porque no pensaba con claridad cuando lo tenía cerca. Si terminaban amándose, enredados en los brazos del otro, era probable que nunca se lo pudiera perdonar; por eso era mejor tener esa conversación fuera, donde cualquiera lograba verlos y la tentación de pegar sus cuerpos sin ninguna prenda interponiéndose podía ser controlada.

—Enzo... —musitó ella con tristeza. Bajó la mirada a sus zapatos y reprimió las lágrimas que pugnaban por salir—. No creo que esto sea una buena idea. Tú y yo... —Su voz se rompió un poco—, nuestra relación está rota más allá del arreglo. Esta situación no puede remediarse; tú vas a ser padre y yo tengo que seguir adelante con mi vida. Lo mejor es que tengamos nuestro cierre y lo superemos. Lo mejor es que...

—Estemos juntos, Mil —concluyó Enzo. Dio un paso hacia adelante y acunando el rostro de Milay entre sus manos, murmuró—: Mírame, Mil. Para mí no hay otra opción. Quiero tenerte a mi lado, si no...

—¿Si no qué? —se burló—. ¿Vas a matarte? ¿Quieres decirme que sin mí no eres nadie y que tu vida no vale nada si no estamos juntos? —Se soltó de su agarre y pegó su espalda a la puerta—. Sé sincero contigo mismo, Enzo, y ve la situación con ojos críticos. Has estado perfectamente bien estos meses sin mí. Has estado con esa mujer, la has amado con tu cuerpo —dijo ahora sin poder controlar los sollozos.

—Mil...

—¡No! —gritó dolida—. No me hables. No quiero que me toques, que me mires o me... —Elevó su mirada al cielo, las gotas rodando por sus sienes, y mordió su labio inferior en un intento por tranquilizar su cuerpo tembloroso—. Vete, Enzo. Pero esta vez vete y no vuelvas. Ya no puedo verte más. Estoy a nada de romperme, y si me tocas... voy a venirme abajo. Si me dices una vez más que...

Su diatriba fue cortada por los labios de Enzo presionando contra los suyos. Eso fue todo lo que necesitó; su voluntad era débil tratándose de él. Un sollozo quedó atorado en su pecho cuando el beso se profundizó y Enzo abrió la puerta tras ellos para conducirlos al interior.

Los brazos de Milay rodearon su nuca automáticamente, recordando lo bien que se sentía tocarlo, como si sus manos se hubiera hecho solo para desplazarse por su cuerpo. Enzo enredó un brazo alrededor de la cintura de Milay y la aprisionó entre la pared y su torso.

Ambos sabían lo que iba a pasar y, aunque Milay se decía una y otra vez que estaba mal, no hizo nada por detenerlo. Simplemente se dejó llevar por lo que decía su corazón, aunque este había resultado ser un traicionero pues le daba las opciones que, al final de todo, siempre terminaban doliendo más. A pesar de recordar eso, de tener presente que se podría arrepentir, no se resistió cuando Enzo los dirigió a su habitación sin despegar su boca de la suya.

Entre algunos sollozos débiles y caricias temblorosas, se desnudaron y se recostaron en la cama donde hicieron lo que sus cuerpos recordaban con desenvoltura; donde se exploraron como si fuera la primera y última vez, donde llegaron juntos al mayor de los placeres.

Enzo, aún conectado a Milay, recargó su frente sobre la de ella y besó su nariz. Se sentía completo por primera vez en mucho tiempo.

—Esto no es una despedida —aseguró tras sentir como Milay dudaba—.  Esto solo es el inicio de un nuevo capítulo en nuestra historia. Quiero que lo intentemos de nuevo, Mil. Hablaré con Rosy como debí hacerlo bastante tiempo atrás y ella entenderá. Va a comprender que no puedo estar sin ti, que pertenecemos juntos, pero que no por eso voy a descuidar a nuestro hijo.

Milay, incómoda por hablar de eso, hizo amago de moverse, pero Enzo no se lo permitió.

—Escúchame. Quiero estar contigo. Te amo. Nunca dejé de hacerlo y no lo haré jamás. No puedo estar con nadie que no seas tú, ¿comprendes? Solo tienes que decirlo, Mil. Solo di que quieres intentarlo conmigo. Admite que todo lo que dijiste antes, que vas a casarte, es una mentira. Solo... Solo dime que sigues amándome. Yo no podría soportar que no fuera así —concluyó en un susurro. Soltó un suspiro y, sintiéndose vulnerable, preguntó viéndola a los ojos—: ¿Aún me sigues amando?

El tiempo se paralizó, sus respiraciones pararon e incluso sus corazones parecieron detenerse. En ese preciso momento lo único que pudo escucharse fue el susurro de Milay diciendo:

—Sí. Te sigo amando.



Momentos contigo ✔ [2015]Where stories live. Discover now