Capítulo 14

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14

Siempre igual. A pesar de que deseaba fervientemente lo contrario, la verdad es que cuando salía de su despacho en horario laboral jamás se debía a algo bueno. Mick firmó el libro de visitas del corrector de insurgentes antes de que abriesen la primera reja. Poco a poco, avanzó por el estrecho pasillo hasta llegar a la celda de la señorita Harper. Cleo miraba al infinito, sin otra cosa que hacer. La rebeldía era el mayor pecado, castigado con la privación de todo.

– Pronto saldrá de aquí – le anunció Johnson – han comprendido la situación por la que desobedeciste, saben que no era tu intención escaparte. Lo hiciste para salvar a uno de los tuyos.

– Que bien – su tono no reflejaba lo mismo – ¿Cómo esta él?

– Igual – no le gustaba hablar de Dominic, no para dar malas noticias – los médicos no le dan muchas opciones.

– Debería haber estado con él, pero Alist…Cattell se negó. Maldito sea – aporreó el suelo.

– No ha sido culpa tuya, Cleo. Les he pedido un permiso para ti. Para ver a Dominic antes que…

– No hace falta que me lo ocultes. Gracias, Mick.

Se sentía confuso, lo último que recordaba era a Baal, luego Cleo junto a él, preocupada. Ahora, solo veía desde la ventana de un hospital.

– Estas imperturbable incluso cuando duermes.

Sentado en el sofá, Tim le observaba con su vivaz mirada. Volver a verle, hizo dar un vuelco al corazón de Dominic. Ambos se miraron serios, instantes después rieron juntos.

– Tim, maldito bastardo – se levantó y Dominic le dio un fuerte abrazo. No se esperaba que podría verle en movimiento. Tim se quedo extrañado.

– Suéltame, pegajoso. No eres del tipo de gente a la que le guste esto ni a mi recibirlo – le apartó aunque dentro de él estaba contento de estar junto a su pupilo. Había cambiado mucho desde que se lo encontró, en la comisaria. Se sintió conmovido por ese joven cachorro de los Nemhain muerto de miedo, acabando siendo su guarda y salvándole de pasar en la sombra toda su existencia. A pesar de todo, Dominic mantenía ese espíritu rebelde y luchador de siempre – me alegro tanto de volver a verte.

– No más que yo, viejo. ¿Esto significa que estoy muerto?

– Ni vivo ni muerto, Dominic. Estás en el límite – viendo su cara, Tim decidió explicarse – mirate, chaval – ambos fijaron su vista en la cama del hospital. El cuerpo de Dominic seguía inconsciente, con el respirador dándole el oxigeno que necesitaba – el ataque de Baal ha sido bastante grave pero, gracias a la labor de los médicos, has podido llegar a este trance. Te has proyectado astralmente para que decidas.

– Decidir, ¿el qué?

– Si quieres vivir o morir.

Podía escoger su destino. Debía ser algo extraordinario, sino, todo el mundo elegiría la primera opción. Adoraban su vida, tenían algo por lo que vivir. Todos menos él. Tim se imaginaria sus dudas y por eso le acompañaba en ese instante tan crucial. La muerte podría ser su salida del sufrimiento pero eso significaría rendirse, una palabra que no usaba para referirse a si mismo.

– ¿Has venido a orientarme? – le preguntó a Tim. El viejo muerto se sentó en el sillón otra vez mientras miraba a su aprendiz y amigo.

– Sabía que el otro lado te tentaría, así que me han mandado para llevarte si lo eliges. No creas que serias el único de los que pocos que han tenido esta suerte. Me es obligatorio comunicarte que tu cuerpo no ha sufrido ninguna discapacidad. Tras varios días, volverías a tu vida cotidiana.

– ¿Y qué más da? – dijo Dominic – no tengo nada.

– Te he dicho que ya lo sé – se rió – no me muevo a no ser que sepa que merece la pena. Te guiaré por la luz. No esperes por un lugar lleno de nubes y titis despampanantes, pero no está mal.

– Si tú piensas que la muerte es mi mejor opción, mi visión de la vida no cambia mucho de la realidad – una sensación dentro de él no quería dejar de luchar, le instaba a vivir por algo, pero no sabía bien que era – ¿No querrías que acabase con Baal? Es tu asesino.

– Lo hecho, hecho está – Tim le quitó hierro al asunto – y, aunque lo destruyeses, vendría otro y luego otro y así hasta el final de los tiempos.

– ¿Y los chicos? Eiko, Bruce y Russ me necesitan.

– Te echarían de menos pero el tiempo lo cura todo. Me olvidaran a mí y también a ti.

– Entonces, nada me requiere con vida – su interior se equivocaba – por lo menos no estaré solo.

– Te gustará, ya lo veras – Tim se levantó, dispuesto a llevárselo con él. Antes de poder acercarse al espíritu de su amigo, la puerta chirrió, dispuesta a abrirse – Tienes visita. Dejemos que esta persona te vea con vida.

Dominic aceptó, por su curiosidad. Esto le reconfortaba, existía alguna persona que se preocupaba por él. Una mujer morena vestida de gris se acercó hasta su cama.

– Cleo – sintió un gran dolor en su espíritu cuando la vio. Estaba bastante afectada mientras le observaba, lleno de tubos y con un cuerpo inerte. Sus ojeras tapaban sus bellos ojos y no actuaria como un egocéntrico si afirmaba que eran por él – me olvide de ti por completo.

Cleo no podía escucharle en su forma astral, Dominic se sintió un intruso en su intimidad, aunque ella estaba en la misma estancia que su cuerpo. Quiso tocarla, acariciarla y acunarla hasta que todos sus problemas se desvaneciesen. El problema es que no tenia cuerpo y que él era uno de sus principales problemas. Cuando Cleo movió las manos se percató de sus esposas.

– Para salvarte, tuvo que quitarse el localizador – la voz de Tim sonó a su espalda – Ahora, esta detenida.

Dominic se sentó en su cama, en el lado contrario de Cleo.

– Eres un estúpido. ¿Siempre tienes que pelear tú solo contra todos?

No le podía engañar, no estaba enfadada. Si lo estuviese de verdad, ahora mismo tendría una almohada en la cara.

– No quería hacerte daño – sus palabras se escapaban de sus labios, a sabiendas de que no e escuchaba.

– Ni siquiera hemos podido hablar sobre ese beso. ¿Es verdad lo que me dijiste? ¿Por qué nunca me has dicho nada? – estaba destrozada y Dominic no podía hacer nada en su estado para consolarla. Eso le llenó de ira contra sí mismo. Que egoísta había sido. Si pudiese hacer algo – He perdido a mi hermano. Por favor, no me hagas volver a pasar por esto. Lo conseguiste una vez – Cleo siguió hablándole. Pasó su mano por la vieja cicatriz de su pecho – déjame ver como lo haces, cómo sales de lo imposible – antes de marchar, le dio un beso y le susurró algo. Si quería saber que era, necesitaba sus oídos, su cuerpo.

– Lo siento, Tim. No puedo irme.

– Ah, el amor. Me alegro de tu respuesta, Dominic.

– Algún día nos volveremos a ver.

– No hay prisa alguna. Dale recuerdos a los demás de mi parte. Y, Dominic – su forma espectral empezaba a desvanecerse – cuida bien a mi pequeña.

– ¿Qué? – pero Tim ya no estaba.

Oscura Redención (Acabada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora