Capítulo 11

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11

–Con tanta cara pegada a mi nuca, esto no va a funcionar.

– Compréndenos, Russ, hace mucho que no haces explotar nada – Bruce se colocó sus gafas – Nos aburrimos.

Tras varios gruñidos, el científico inventor apartó con varios manotazos a las dos moscas cojoneras de Bruce y Nakamura para seguir con sus trastos. Este en especial, no hacía más que darle quebraderos de cabeza al viejo soldado. Una lástima que se hubiera topado con alguien tan terco como él, no volvería a ver la luz del sol si hiciese falta para conseguirlo. Sus compañeros le conocían, por eso le traían la comida que siempre se olvidaba a su laboratorio, la cual cogió con rapidez, una vez decidió tomarse un breve descanso. Tim tenía razón, debía dejarse de tanto trabajar y buscarse una esposa que le cuidase. El problema era, ¿Quién iba a querer a un viejo mercenario tullido?

– ¿Tú no tenias que estar con tu ordenador haciendo esas cosas de frikis? – intentó que, por lo menos, Eiko se largase de allí, algo que sabía que era imposible. Por probar no perdía nada.

– Ya lo he hecho – le sacó la lengua – y no hay absolutamente nada con lo que pueda trabajar. Espero que Dominic y Cleo me traigan algo.

– Lo harán. Hay que admitir que Dominic es un buen líder, y mejor patrullero. Pero como se lo digáis, os mato, ¿entendido?

– Y no te olvides de Cleo – el móvil de Bruce sonó, esté se alejó para hablar tranquilamente. Eiko se acerco a Russ – ¿Qué tienes contra ella?

– Nada en especial – volvió a gruñir y a enfrascarse en su artilugio. Eiko, no iba a dejarle.

–¿Y por qué no le has dirigido la palabra desde el entierro de Tim? Ni siquiera te cruzas con ella, la esquivas. Tú estuviste en el escuadrón rojo, debiste a conocer a gente en su situación. Dime, ¿es que no te gustan los presos?

– Qué tontería – bufó – son cosas mías, Eiko. Lo que pasa es que…

– Mierda, malas noticias – Bruce les interrumpió. Les ha pasado algo.

– ¿Y qué coño haces todavía aquí? – casi le ladró – lárgate de una vez, te necesitaran.

Una vez pudo dejar de toser, Dominic se abalanzó hacia el gran boquete del suelo. Ya había hecho saltar la voz de alarma, no podía hacer mucho más que sacar a Cleo de allí. De un salto bajó, entre los escombros creyó distinguir su silueta. Inconsciente, pero de una pieza.

– No te preocupes, te voy a sacar de aquí – inspeccionó el lugar. Unas piedras apresaban su pierna, podía moverlas. Varios hilos de sangre le asustaron, por suerte tenían pinta de ser superficiales. Mientras lanzaba las piedras lejos de ellos, Cleo empezó a despertarse. La sangre también se había instalado en su cabeza.

– Siempre estas para sacarme las castañas del fuego, Mac –ese nombre le aturdió unos instantes. La mano de Cleo chocó con la suya y la buscó, sin éxito. Dominic la ayudó y le sonrió, como se imaginaba, sonreía su hermano. Estaba confundida por el golpe en la cabeza, lo mejor era seguir el juego.

– Ey, soy tu hermano mayor, es mi deber – le quitó la última piedra y pudo levantarle un poco la cabeza. Estaba helada, ese vestido no era el más apropiado para una cacería una noche tan fría. No se lo pensó dos veces, se quitó la chaqueta y, con ella, rodeó a Cleo. Se quedo junto a ella hasta que oyó el coche de Bruce y su peculiar sonido al cerrar las puertas.

– ¿Quién es, Mac? ¿Han venido a por nosotros? – reconoció esa angustia en su voz, la infinita persecución a los resistentes solo por el hecho de proteger la infancia de sus niños. Una injusta caza de brujas por las que tantos habían perdido algo querido. Dominic la abrazó con fuerza

– No te preocupes, estoy contigo. Nadie te va a hacer daño.

Bruce la estabilizó pronto, los refuerzos vinieron después. En el hospital, Eiko se prestó a quedarse con ella hasta que despertase de la anestesia, lo mejor para su estado de confusión ya que no había daño cerebral. Antes de irse a casa, habló con Eiko en el pasillo.

– Si Cleo reacciona o le pasa algo, avísame – nada más sacar su promesa, no era tan mala idea seguir sus consejos. Condujo pensativo hasta su casa con la única compañía de la radio. Bum ya estaba alimentado y su dueña cuidada en el hospital. Sin embargo, seguía sin sentirse bien. Esa sensación continuó dentro de su casa. Se desnudó para darse una buena ducha y poder relajarse antes de dormir. Quizás todo lo que sentía se debía a los viejos recuerdos. Ser Mac unos minutos le había devuelto a su época como resistente. El problema es que la situación no desembocaba en los buenos momentos. Recordó la pistola en su nuca a la vez que un viejo amigo le amenazaba y le escupía todos los insultos que recordaba.

Todo ocurrió cuando Dominic ya era integrante de la Patrulla Oscura desde hacia tres años. Nadie conseguía salir de Nemhain sin secuelas, solo él parecía haberles dado esquinazo. Hasta esa noche después de su jornada. No se imaginaba que le llevaban espiando desde hacia meses y ese era el día. Se despidió de Tim, cansado y sin ganas de salir de juerga con él. Entonces le asaltaron y sin darle tiempo a reaccionar ya estaba en su furgoneta. Le llevaron hasta la guarida de los Nemhain donde volvió a ver a Morte. Fue el qué le azuzó a las calles antes de tiempo, el líder de los asesinos. Y no hacía falta ser un genio para descubrir que no era de su agrado la traición del patrullero.

Después de la ducha, se metió en la cama y apagó el despertador. Johnson le entendería si llegaba tarde, tampoco le dejarían hacer mucho solo. Necesitaba a Cleo. Sus sueños volvieron al día con Morte. Dominic les había traicionado y el único modo de remendarse era volver a los Nemhain y asesinar a sus compañeros. Entonces sería perdonado. Dominic osó reírse de él, antes muerto que hacerles daño a los que de verdad le habían querido. Eso provocó la furia de Morte, que llamó a sus perros dándoles carta libre. Le dejaron la mayoría de sus huesos rotos, pero seguía desafiante. Dominic jamás olvidaba cuando Morte volvió con una fina navaja de acero en sus manos. Le levantaron para que pudiese mirarlo a los ojos.

– Eras nuestro hermano. Te has vendido a ellos, Dominic – le dijo antes de que notase el frío metal traspasando su carne. Lo siguiente que recordó fue a Tim junto a él en el hospital. Morte había estado a punto de agujerearle el corazón, unos escasos centímetros le habían salvado junto a la rapidez de los patrulleros.

El teléfono le despertó de sus pesadillas. Al alzarse notó la cicatriz de esa herida. Los fantasmas del pasado habían vuelto junto al dolor. Russ le llamaba, por lo menos que fuese una buena noticia.

– Vuelve al hospital, Dominic. Cleo ha despertado y pregunta por ti.

Oscura Redención (Acabada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora