Capitulo 4 - Metiéndose en la boca del lobo

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Capitulo 4 - Metiendose en la boca del lobo

A la mañana siguiente, Alma despertó y vio que Tomás ya no estaba. Se levantó, fue a darse una ducha caliente. Esa mañana si que hacía más frío que de costumbre en Bariloche. Se vistió rápidamente. Se dirigió al espejo para peinarse, tomó el peine y empezó a deslizarlo por su cabellera castaña clara, lo hacía lentamente. Miraba fijamente su reflejo mientras se peinaba. De repente vio algo raro en el espejo, el reflejo de un objeto extraño en la pared. Se acercó y achinó sus ojos para intentar ver con más claridad, se dio vuelta pensando que lo encontraría en la pared y podría verlo de más cerca. Pero en la pared no había nada. Al momento que de volvió para volver a ver el reflejo en el espejo vio un rostro espeluznante en la pared reflejada. Alma gritó y se dio vuelta pero en la pared no había ningún rostro espantoso. Alma repasaba mentalmente la imagen que había presenciado. Era un rostro lizo, pero como putrefacto, los ojos estaban abiertos exageradamente y la miraban fijo a sus ojos oscuros. Se le erizó la piel. Tomó su peine que se le había escapado de las manos al sobresaltarse del susto. El profesor tocó a su puerta.

-Alma… ¿estás bien? ¿Qué fue ese grito? –pregunto el profesor a través  de la puerta.

-Si… si profesor. Estoy bien, sólo que vi una cucaracha nada más –mintió Alma.

Ella pensaba que si les contaba lo que le había pasado hace instantes y anoche en la cocina no le creerían, o que pensarían que es el estrés pero ella estaba segura que no era nada de eso. Se terminó de arreglar y bajó a la cocina para desayunar. Allí estaba Tomás, tomando un vaso de leche chocolatada caliente. Alma lo miró y se dirigió a él.

-Te levantaste muy temprano ¿no? –se insinuó ella.

-¿Qué? –Tomás no entendía a que venía la pregunta de Alma.

-Que te fuiste sin despertarme… -sonrió ella.

-¿De donde?

Alma blanqueó los ojos y suspiró.

-Anoche te quedaste a dormir en mi habitación, me imagino que no lo recuerdas porque estabas totalmente ebrio –se burló Alma.

-Yo dormí en mi cuarto, nena…

-Que no, estabas en mi cama durmiendo plácidamente cuando yo entré… -dijo confiada Alma.

-Estás de la cabeza, nenita… Yo recuerdo que me traías a cuestas para que no perdiera el equilibrio.  Luego no sé que pasó que te detuviste pero yo no daba más y me fui a mi habitación a dormir. Jamás entré a la tuya. Estarás viendo visiones –rio divertido Tomás.

Alma se quedó petrificada, estaba segura que había visto a Tomás en su cama y ella se acurrucó a su lado. No entendía, entonces, ¿con quien había dormido? Alma se quedó mirando a un punto incierto no parpadeaba, estaba horrorizada al imaginar que había dormido con un extraño…

-Tú Ezequiel ¡fuiste tú! –señaló al joven.

-¿Yo que?…

-Tú te quedaste a dormir anoche en mi cama… -afirmó Alma nerviosa.

-Estás loca, nena… después de cómo me trataste ayer ni pienses en que dormiría contigo… -Ezequiel la miró lascivamente-. Aunque un rato sí –le sonrió sensualmente a Alma.

-¡Estúpido!

-Chicos, desayunes rápido que iremos a ver a Alice dentro de una hora.

Alma se sirvió leche y la tomó rápidamente. Necesitaba ver urgentemente a su amiga, necesitaba contarle lo que le había pasado. Alice era su única esperanza, la única que podía creerle.

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