Eighteen

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El salón era grande.

Enorme y lujoso.

Y como todos los lugares de las sedes de la Port Mafia, la habitación carecía de luz natural y era reemplazada por luces bajas y cálidas, dándole un aire mucho más denso al lugar.

Dazai Osamu se encontraba sentado en el gran y caro sofá. Con las piernas y brazos cruzados, con su mirada ensombrecida y siniestra dirigida hacia adelante, observando minuciosamente la fila de hombres que estaban estáticos, esperando a que el temido ejecutivo de 18 años de edad diese alguna orden.

Analizaba a cada uno de esos hombres con trajes negros; sus subordinados.

Cada uno escogido por el jefe de la mafia y su tutor desde que tiene memoria; Mori Ougai.

Los hombres llevaban al menos 25 minutos de pie, desarmados (porque así Dazai lo había pedido), y con ambas manos detrás de la espalda.

Dazai soltó un suspiro de hastío, cambiando su expresión sombría por una aburrida y casi infantil, hasta que escuchó cómo el ascensor del nivel sonaba avisando que alguien había llegado y abría sus puertas.

— ¡Chuu~ya~! — Gritó juguetón y con entusiasmo en cuanto un pelirrojo apareció.

El castaño le importaba bastante poco mostrar sus excéntricas y cambiantes facetas frente a sus subordinados. Sin embargo, sus hombres no dejaban de temerle a ese adolescente al que ahora mismo le brillaban los ojos por el muchacho recién llegado.

Nakahara Chuuya, un joven de la misma edad que Osamu Dazai; de largos cabellos pelirrojos que caían en agraciadas ondas, ojos azules, baja estatura, complexión delgada.

Portaba su uniforme de instituto; un pantalón verde a cuadros, un vestón granate, camisa blanca y desordenada, junto con una corbata negra.

Nakahara no tenía ningún rango importante en la mafia. No.

Nakahara solo era un chico que en el pasado, cuando solo tenía siete años, fue encontrado en la calle por Mori y Dazai en una de sus misiones donde el adulto le enseñaba al niño castaño algunas cosas.

Nakahara solo era ese muchacho con el cual Dazai se encaprichó y sobre-protegió con todas sus fuerzas, incluso cuando el pelirrojo decidió que quería tener la vida normal que nunca tuvo.

Dazai se lo exigió a Mori, y Mori podía ser muy jefe de la Mafia y muy siniestro, pero siempre tuvo una debilidad por los niños y más si nunca pudo tener uno y formar una familia.

Si bien, ni Dazai ni Mori podían darle algo muy normal, el jefe optó por dejar a Kouyou a cargo del pequeño pelirrojo. Ella sería su tutora, y quién se presentaría con una identificación falsa en la escuela del pequeño.

Mori había ofrecido a Chuuya un entrenamiento de defensa personal. Porque el protegido de su "hijo adoptivo", Dazai, no podía andar en las calles así como si nada.

Dazai siempre prohibió explicitamente involucrar a Chuuya en asuntos de la mafia.

Porque Nakahara no trabajaba para la mafia.

Porque Nakahara Chuuya solo era el prometido del ejecutivo más joven y temido de la Port Mafia, Dazai Osamu, quien era el hijo adoptivo y aprendiz directo del gran jefe; Mori Ougai.



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Dazai estiró la mano hacia el pequeño pelirrojo que se le acercó con un rostro interrogatorio, como si estuviese a punto de recriminarle cualquier cosa al castaño.

𝚁𝚎𝚌𝚒𝚙𝚛𝚘𝚌𝚊𝚕 • Soukoku • FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora