Capítulo 9c: La vida sigue igual.

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Capítulo 9c: La vida sigue igual.

 Muchos dicen que la vida de una persona termina cuando se muere, pero la realidad nos dice que muchos no pueden morir porque nunca han vivido. Otros viven más allá de su muerte física porque siguen estando en la obra que han dejado hecha o en el corazón de los que han dejado en esta vida. Este era el caso de Rabadán. Un buen día se lo encontraron en la casa tirado en el suelo del comedor. Le había dado un infarto, y había muerto en poco tiempo; minutos, quizá horas, pero inconsciente.

 Desde que había vuelto de aquel viaje que había realizado con sus hijos estaba un poco raro. Tuvo un sueño en que se caía por la borda del barco, un moderno crucero, y despertó en su camarote dando gritos. Durante todo el viaje sus hijos le sorprendieron en más de una ocasión hablando solo, y cuando le interrogaban sobre ello, él guardaba un mutismo infrecuente en él. Félix le siguió la corriente en una ocasión, y le presentó a su “camarera particular”, una tal Pilar. Sólo que la tal Pilar no existía. Durante el crucero los dos hermanos estuvieron muy pendientes de su padre, y así y todo disfrutaron del mismo los tres. Vieron muchas cosas del Mediterráneo, visitaron ciudades interesantes, y contemplaron otras cosas de países en que nunca habían estado.

 Un afamado psicólogo estudió el caso de Rabadán y sus visiones, pero concluyó que no era peligroso para sí ni para los demás. Le ampliaron el horario a la mujer que iba a cocinar y limpiarle la casa para que estuviera todo el día con él, pero durante la noche se iba a su casa.

 Cuando le encontraron muerto, descubrieron una carta entre sus papeles. Estaba fechada un mes antes, y estaba dirigida a sus hijos.

 Decía así:

 “Queridos hijos: siempre habéis sido mi orgullo, aunque no os lo haya dicho tan a menudo como debería. Por eso os debo una explicación.

 “Siento que mi tiempo se acaba. Pero no sé cuándo me iré. De vez en cuando me visita Pilar, aunque ya sé que a vosotros no os gusta que os hable de ella porque no la podéis ver. Por eso he fingido que no existe ante vosotros, para que no me deis tanto la lata y para que no me llevéis a tantos doctores. Pero Pilar existe. En ella me he apoyado todos estos años, prácticamente desde que vuestras madres me abandonaron.

 “Hoy me ha dicho que mi tiempo se va acabando y que debería arreglar todos mis asuntos antes de dar el paso final, el salto a la otra vida. Por eso os escribo.

Félix y Jaime, a vosotros os debo el mejor viaje de mi vida. Siempre tan atentos conmigo, te dejaste a tu familia, Jaime, y os dejasteis vuestros quehaceres los dos para darme un capricho, realizar el crucero que me había gustado realizar con vuestras madres.

  “Hortensia y Ana, las niñas de mis ojos, con tanta preocupación por vuestro pobre padre, con vuestros cuidados y controles diarios de la dama de compañía que me buscasteis. No hicimos amistad, lo siento. El día que le presenté a Pilar me di cuenta de que tampoco en ella podía confiar, y sentí que era la espía que me habíais puesto; pero no os lo tengo en cuenta. Al fin y al cabo siempre habéis sido dos buenas hijas que se han preocupado por su padre. Os quiero.

 “Elena, no te sientas mal por no haberme dado un nieto. Tu trabajo vale mucho más que eso: y tus esfuerzos han salvado la vida de muchas personas. Pocas doctoras tienen la importancia que tú gracias a tu trabajo. Me siento muy orgulloso de ti, como se sentiría tu abuelo, mi padre, si te viera.

 “Pedro, el otro soltero de la familia. Te he dejado para el final no porque seas menos importante que los demás, sino porque alguno tenía que estar al final. Tu trabajo de antropólogo es muy interesante. Cuando visité algunas ciudades antiguas en mi crucero con tus hermanos, me acordé mucho de ti, y me llenó de orgullo pensar que sabemos todas esas cosas de los antiguos gracias a gente como tú, que se preocupa de leer en los vestigios que nos han llegado, de leer en el tiempo. Estoy satisfecho de ti y de tu trabajo, hijo mío. Eres el más independiente de la familia, y en eso te pareces a tu viejo padre. Te quiero.

 “Os quiero a todos, hijos míos. Os quiero a pesar de que vosotros no queráis a Pilar. Ella también os quiere. Esta tarde me ha visitado, y han venido con ella vuestras madres, mis queridas Marta y Mónica. Os dan recuerdos. Sí, ya sé que murieron hace años, y no, no estoy loco. Pero esta tarde mi corazón ha dado un salto “al otro lado” y me he sentido muy a gusto con todas esas personas que han cruzado antes que yo. Por eso creo que mi sitio ya no está aquí, mis queridos hijos. Sé que pronto no estaré con vosotros. No me lloréis, no me echéis de menos. Porque siempre estaré con vosotros.

 Vuestro padre,

 José

Un proyecto singular.Where stories live. Discover now