-o0o- ¿Qué fue de Clara?

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¡Vaya  con Paz! Me había cerrado la historia, y me la había vuelto a abrir con la misma facilidad. Me habría gustado seguir con el joven Rabadán…

La verdad es que estaba guapísima. Había venido con aquel vestido azul claro que tanto me gustaba. Su rubia cabellera le caía por debajo de los omóplatos por el lado derecho, y me miraba con sus ojos azules con la inocencia de un ángel, que también le era característica. Por eso me impactó aún más cuando me dijo con una sonrisa desarmadora:

—Pues sigue con él. ¿Qué te lo impide? Además, ¿qué fue  de Clara, la secretaria de Marrero? Ahí tienes un buen tema para explotar. Si lo dejáis pasar todos, pienso no desaprovecharlo cuando me toque.

Qué mujer esta Paz. Y qué literata. Sin duda era la más brillante de nosotros cuatro. Dicen que las rubias, sobre todo cuando son guapas, son tontas. Paz desmentía rotundamente ese dicho tan borde. Y, además, tenía razón: aunque quizá sería mejor arreglar un último capítulo y dar por concluido el libro, era más atractiva la idea de de Clara y darle otra vuelta a la novela.

Tras pensar mucho en el problema, decidí que eso no era una decisión sólo para mí, y por consiguiente reuní al equipo en mi casa, les invité a comer y luego con los vapores de los licores, procedimos a la votación. Habíamos hablado ya todos del problema, y la más positiva habiá sido Paz.

Los demás se habían pronunciado en el mismo sentido que Paz, por lo que parecía que yo era el único que estaba dispuesto a cerrar el libro.

—Yo tengo varias ideas para incluir en el libro, Pío, dijo Eusebio. —¿Cómo vamos a cerrar el libro con sólo cuatro capítulos?

—Bueno, es que Paz ha cerrado muchos caminos.

—Pero ha abierto otros, Pío. A mí me interesa, como lectora, saber qué pasa con Clara. Si nadie se ocupa de ella, me ocuparé yo—, había afirmado Irene con bastante serenidad.

—Vaya, veo que os confabuláis todos contra mí. He aquí unos discípulos que quieren aventajar al maestro…—, me quejé.

—Pío, si estás cansado, te saltamos hasta la próxima vuelta.

—No, Paz, déjalo. Intentaré husmear un poco en la vida de Rabadán, a ver cómo se lo dejo a Irene…

Y así, quizá por los efectos del alcohol, o a lo mejor a pesar de ellos, decidimos darle otra vuelta a la rueda. No sería la última…

Un proyecto singular.Where stories live. Discover now