Epílogo

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        Natasha exhaló lentamente y abrió los ojos. Miró las luces de la ciudad y pensó en cuantas personas estarían ahora viviendo sus vidas, inconscientes de lo que estaba sucediendo justo debajo de sus narices.

         Estaba en el tejado, el lugar donde había comenzado todo, donde rápidamente se había enamorado de Paul y había vivido muchos de los mejores momentos de su vida. Recordó como ahí, en ese preciso lugar, su relación con Paul había dado el siguiente paso y habían decidido ser más que simples amigos.

         Quería volver a ese momento y quedarse ahí por siempre. Olvidarse del sufrimiento y hacer todo lo posible para que el chico volviese a ser la persona que le había asegurado que siempre estaría a su lado.

         Tal vez si lo hiciera todo de nuevo el resultado sería distinto, pero no existía nadie con la habilidad de viajar en el tiempo. O al menos nadie que conociera. Pensó en su vida meses antes. Cómo su vida era mucho más simple en ese entonces, pero todo había cambiado y en cuestión de horas, se había sumergido en un mundo completamente diferente; y justo cuando se acostumbró a ese mundo, de nuevo cambió en cuestión de segundos.

         Se preguntó si así sería siempre su vida. No te confíes, le había dicho Tara en los entrenamientos, y ahora entendía por qué siempre lo repetía.

—¿Disfrutando de la vista? —Natasha se sorprendió al darse cuenta que no estaba sola. Rápidamente se volvió para conocer la identidad de su acompañante.

         Daniel se incorporó rápidamente y caminó hacia donde ella se encontraba. Natasha se sorprendió al darse cuenta que no lo había reconocido. Tenía el mismo aspecto de siempre, pero algo en él había cambiado, de repente se veía más... maduro.

—¿Sabes? Paul nunca me dejó entrar aquí —dijo secamente—. Siempre decía que este era su santuario, su lugar personal.

—¿Y eso te hacía sentir mal?

—¡Oh Dios, claro que no! —dijo el chico sonriendo—. Pensaba que era admirable, cómo él, quien lo tenía todo, a veces necesitara estar solo. Lo hacía más humano.

—Lo admirabas mucho ¿no?

—Por supuesto —le respondió—, era la única persona que me hablaba como si fuese lo suficientemente mayor para entender lo que pasaba, aunque normalmente no entendía lo que pasaba —rio—. Él era algo así como el hermano mayor que nunca tuve.

—Es —lo corrigió Natasha—, aún está vivo.

—Tienes razón —le dijo el chico.

         Se quedaron en silencio. No había mucho que decir.

—¿Ya tomaste tu decisión? —le preguntó Daniel de repente— ¿piensas quedarte?

—No lo sé —le respondió sinceramente—. Hay mucho que pensar.

—Cualquier decisión que tomes, debes saber que él la habría aprobado —le dijo seriamente—. Natasha, él te ama. Lo sé porque desde el momento en que te conoció se hizo más... feliz.

— Lo sé —le respondió ella sonriendo— yo también sentí lo mismo.

—Es una mierda que le hayan lavado el cerebro —dijo Daniel de repente.

— Sí —afirmó Natasha—, pero no todo está perdido... en un momento, mientras me estaba asfixiando vi algo en su cara. Confusión. Él aún está ahí. Escondido en alguna parte. Y voy a hacer todo lo posible para encontrarlo.

—Eso significa que...

—Voy a quedarme —dijo de repente—. Me quedaré y haré todo lo posible para recuperarlo.

—Para hacer eso hay que encontrarlo primero —le dijo Daniel—, recuerda que nadie sabe dónde está.

—Pues entonces que comience la búsqueda —dijo Natasha determinada.

         Ambos salieron del tejado, Natasha se despidió de su amigo y caminó hacia su habitación. Trataría de dormir, a partir de mañana trabajaría duro con Kate. Desarrollaría sus habilidades de una manera tan rápida que en cuestión de días recuperaría a Paul.     No fallaría, eso lo sabía porque nunca había estado tan determinada. Lo lograré, pensó una y otra vez, lo recuperaré.

Peligro (la mentalista #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora