Capítulo 29

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—¿Está viva? —preguntó una voz con interés.

—Sí —le respondió otra—, sin embargo su pulso está muy débil. ¡Lisa! ¡Apresúrate!

         Natasha abrió los ojos. Se sentía desorientada y su mirada era incapaz de enfocarse en un lugar, pero pudo en un instante reconocer el cabello rojo brillante que rodeaba el punto borroso que suponía que era una cara. Tara estaba postrada ante ella, mientras ponía sus dedos en el cuello, tratando de medir su pulso.

—Natasha, por favor no mueras —dijo la otra persona en un sollozo. La joven pudo esta vez reconocer su voz. Era Alicia.

         Quería decirle que no lo haría, que ahora que la habían encontrado se recuperaría, pero su boca no quería formular palabras. En vez de eso soltó un gemido lastimero, que supuso que no sonaba para nada alentador.

—¡Lisa! ¡¿Dónde demonios estás?! —gritó Alicia después de escucharlo.

—¿Qué demonios suce... ¡Oh por Dios! —dijo al entrar a la habitación—. Muévanse —ordenó.

—¿Puedes curarla? —preguntó otra voz de repente. Esta era masculina, un poco más grave. Daniel, Natasha no había notado su presencia.

—Por supuesto que sí —dijo mientras ponía su mano en la cara de la joven.

         Natasha comenzó a sentir un calor placentero, que poco a poco fue cerrando sus heridas. Sentía que su cara estaba impecable de nuevo, como si ninguno de los golpes de Paul realmente hubiera sucedido. Sin embargo aún tenía el dolor de su cuerpo, para recordarle que sí era real.

         Sintió como cada parte de su cuerpo era sanada por la increíble habilidad de su compañera, el dolor de sus extremidades había desaparecido también; se sentía un poco mejor, aunque ahora que el dolor se había disipado un poco sentía un profundo agotamiento. Esperó que Lisa curara también las heridas de su cuerpo, pero al notar las manos de su compañera en su torso sintió un dolor increíble, no pudo evitar gritar.

—¡Demonios! —exclamó Lisa preocupada.

—¿Qué sucede? —preguntaron Daniel y Alicia a la vez. Natasha podía distinguir la preocupación en sus voces.

—Sus costillas. —dijo Lisa de repente—. Están rotas.

—Pero puedes arreglar eso ¿no? —le preguntó el chico.

—Claro que sí, pero dolerá —dijo mientras sacaba un cuchillo.

— ¿Qué demonios te pasa? —preguntó Tara de repente.

—Necesito tener un contacto directo con los huesos para sanarlos. Eso significa que tengo que cortarla.

—¿No podemos simplemente llevarla a un hospital? —preguntó Alicia de repente.

— ¿Y cómo explicaremos lo que le sucedió?  ¡Ni siquiera lo sabemos nosotros!

         Natasha podía sentir la desesperación en la voz de Lisa. Sabía que tenía razón, no había ninguna explicación posible para esto. Ni siquiera sabía si le creerían al contar que un grupo de personas vestidas de negro quieren apoderarse de ellos. Pero si sabía lo que sucedió e iba a explicárselo:

—Pa... Paul —dijo con un esfuerzo inhumano—, Paul me hizo esto.

—Shhh, no hables —le dijo Lisa de repente—. Y te agradecería que no gritaras tampoco, eso haría el proceso un poco más... complicado.

         Natasha no se sorprendió al sentir el frío metal atravesar su cuerpo. Dolía como nada que hubiese sentido nunca, pero no gritó. El dolor de alguna manera la mantenía viva, le recordaba lo que había pasado hoy. Y ningún cuchillo atravesando su cuerpo sería capaz de igualar el dolor que sentía al recordar que Paul ya no era la persona de la que se había enamorado.

Peligro (la mentalista #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora