8: Ayudar, agradecer y besar anormales

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CAPÍTULO 8: Ayudar, agradecer y besar anormales

D A R I O

Mamá está alimentando a sus gatas y, cuando me ve, sonríe y me saluda con la mano. Me acerco. Atena y Clotilde, las dos gatas negras, se concentran en su comida mientras mamá se sienta en su mecedora y me pide que lo haga también frente a ella.

—Adivine quién vino a verme ayer.

—¿Tía Gregoria? —pregunto y ella solo me fulmina con la mirada.

Odia con el alma a tía Gregoria, porque cuando papá vivía con nosotros, ella se encargaba de molestar a mamá, diciéndole que tarde o temprano papá la dejaría por alguien. Y en realidad sí fue así, aunque no importa mucho, pero mamá no la puede ver ni en pintura, porque aquello se lo sigue restregando en la cara.

—No. Fue Esmeralda, ella vino a verme, hablamos toda la tarde.

Me tenso. Sin duda, Esmeralda está completamente loca, jamás le ha agradado mamá, lo fingía cuando la visitábamos, pero me lo dijo. Seguro quiere meterle ideas a mamá en la cabeza.

—¿Qué te dijo? Espero que no haya venido a molestar, sabes que ya no estamos juntos.

—No me vino a molestar, de hecho, solo vino a decirme que ahora sales con otra, lloró muchísimo. —Se ríe, no comprendo el gesto, pero espero, mamá siempre tiende a hallarle gracia a todo—. Me pareció tan hipócrita de su parte después de lo que le hizo, mijo, pero dejé que me dijera lo que se le diera la gana y nada más la escuché. Incluso me pidió que alejase a esa chica de ti y te obligara a volver con ella, ¿puedes creerlo?

De nuevo comienza a reírse. Yo no le digo nada y también lo intento. La verdad es que sí puedo creerlo de ella, por cómo se ha comportado últimamente, creo cualquier barbaridad que se le ocurra.

—Está loca. Por cierto, ¿quién es esa chica? Dijo que la echó de tu casa, ¡creo que ya me agrada! ¿Cuándo la voy a conocer? —Atena se coloca en sus piernas y comienza a acariciarla, esperando a que yo le dé razones. Jamás le miento a mi madre, y no, hoy no será la excepción, ella debe saberlo, además siempre da los mejores consejos.

—La verdad es que hay una chica, pero no estamos juntos. Me gusta y tal vez yo a ella, pero hay un grandísimo problema —Mamá voltea a verme, prestándome atención, Atena protesta ante eso y mamá solo la arroja a un lado—: Ella es una de mis alumnas de la universidad. Y no solo eso, es hija de el director Valdéz.

No sé cuál ha sido su reacción, porque cierro los ojos y me giro para otro lado. Me da pena, me da miedo, ¿qué pensará de mí? Que soy un completo degenerado, por supuesto.

—Darío Alejandro, míreme. —No sé si su tono revela diversión o enojo, es tan confuso, es fuerte, pero no suena lo suficientemente molesta. La miro, relajándome un poco—. ¿Cómo se llama y cómo sabe que usted también le gusta?

—Pues la besé y no protestó, de hecho, también me besó. —Me río nervioso, no sé qué me pasa, nunca me había puesto así, ni cuando le hablé a mamá de Esmeralda, esa vez se lo solté sin rodeos, ahora me siento como un adolescente con su primera novia—. Fue todo muy bonito, ma. Ella es hermosa y tan inteligente.

—¿Y se llama? —insiste y sonríe.

—Se llama Catalina y también es... maravillosa.

El lunes cruzo los dedos por no arruinar el plan de ignorarla. Se lo prometí, pero presiento que terminaré metiendo la pata con todo de nuevo. Necesito hablarle, necesito decirle con urgencia lo mucho que me gustó besarla, decirle que me di cuenta de que ella también lo disfrutó; que sus manos me hicieron cosquillas en el cuello y que me alteré por eso. Dios, desearía que esto no fuera tan complicado. Desearía no tener ese maldito problema en mis pantalones.

El virgen que llamaba a la línea erótica© [AYOD #1]Where stories live. Discover now