7: El problema eras tú

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CAPÍTULO 7: El problema eras tú

C A T A L I N A

Trato de controlarme y no aventarle con algo a este hombre mientras lo veo salir, ocultando su sonrisa de victoria. Miro a mi padre, renegándole con la mirada lo que ha hecho.

—Siempre que haces esto, todos terminan diciéndome que no me estoy ganando mi título, que me lo estás regalando. Que voy a ser profesora por palancas, no por esfuerzo —me quejo, sentándome en la silla frente a su escritorio.

Que mi padre sea el director es una desgracia para mi círculo de amistades, que consiste únicamente en Pamela, lástima que ella hace un año que terminó la universidad, así que ahora estoy sola. El primer año, procuré no decirle a nadie quién era mi padre. Funcionó, de verdad, tuve dos que tres amigos y amigas con los que congenié bastante bien, salíamos a divertirnos, pero luego descubrieron que era la hija menor del director Lauro Valdéz, y eso por culpa de la estúpida de Glenda, quien se encargó de llenarle la cabeza a todos con que yo solo rendía gracias a que mi padre me daba "empujoncitos" y que, por muy mal que salieran mis exámenes, siempre sacaba diez por mi padre. Era totalmente mentira, él simplemente procuraba que yo hiciera los trabajos puntualmente, cosa que detesto, nada más que eso. No es presunción, pero soy lo suficientemente buena como para dejar que mi padre me ayude a pasar.

Ninguno de mis amigos creyó en mis palabras, por supuesto, y finalmente me quedé sola.

—Catalina, no te estoy regalando las calificaciones, ambos lo sabemos. —Niega con la cabeza y se acomoda mejor en su silla—. Lo que vamos a discutir es por qué razón no entras a las clases de Darío, ¿cuál realmente es el problema? ¿Te ha incomodado él?

—No, claro que no.

"Sí, claro que sí" me corrijo en la cabeza, aunque no, realmente no me incomoda él, sino la situación en la que nos encontramos. ¡Dios! Por un momento, cuando sabía que solo hablaba con un extraño, pensé que me estaba comenzando a gustar, o sea, hablar con él era fabuloso, siempre sabía qué decir. Después de todo el estrés del día, era genial terminar con su voz en la cabeza. Toquetearme mientras lo escuchaba disfrutar de "mis ejercicios" para arreglar su supuesto problema y terminar mojada una vez colgar... Ahora, no sé cómo sentirme al respecto. Si me propongo aceptar la realidad, esa sería que me gusta mi profesor, que me gusta Darío y que esto es un completo desastre. Mi padre sí me va a estrangular si se entera.

Primero, nadie sabe de mi trabajo, solo Darío, por ahora, pero, ¿y si le cuenta a mi padre? Quizás no le conviene, pero es mi mayor miedo. No quiero que abra la boca, no quiero verlo ahora, no quiero hablarle, quiero olvidar todo esto, pero, lastimosamente no puedo.

Camino dos calles de mi casa a la casa del profesor, porque, casualmente, a esa distancia queda una de la otra. Mientras más me aproximo a la puerta, más aumentan mis ganas de salir corriendo. Pero mi padre tiene razón, debo continuar siendo yo. No tiene que afectarme esto, debo cumplir mis tareas si quiero sacar mi último año en perfectas condiciones, para ello me hace falta cumplir con lo que me perdí toda la semana. Además, mi historial no deja mucho a mi padre sentirse del todo tranquilo.

Toco la puerta un par de veces, con la ligera esperanza de que no se le ocurra abrir, pero, para mi mala fortuna, lo hace diez segundos después. Está adormilado, vestido con solo una camisa blanca huesera que me hace apreciar sus brazos y unos shorts negros, mostrando sus peludas piernas. Contengo la respiración al verlo, él ni se percata de lo que hago, pero cuando me reconoce, una gran sonrisa aparece en sus labios. Sonrisa que me alborota la sangre. Sé que sus sonrisas son contagiosas, pero ahora se siente raro.

El virgen que llamaba a la línea erótica© [AYOD #1]Where stories live. Discover now