5: La realidad

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CAPÍTULO 5: La realidad


D A R I O

Una sonrisa de imbécil ilumina mi rostro. Doy un giro en la cama y le respondo el mensaje. Esto tiene que ser imposible, pienso, mientras continúo leyendo lo que Gema me escribe. Catalina desaparece de mis posibilidades, son totalmente distintas.

Catalina es vergonzosa, lo sé porque cada vez que intento cruzar una palabra con ella, ya sea para hablar de la clase o saludarla, sus mejillas enrojecen y comienza a tartamudear, luego intenta huir de mí a toda costa. Sé que quizás sea por aquel incidente, pero ni en ese momento actuó de la manera que ha actuado durante las dos semanas que ha estado yendo a mis clases. Me parece exagerado, no la comprendo.

En cambio, Gema es atrevida, tan descarada y que no se frena para decir cosas sucias e instarme a alocarme, a tocarme y a decir cosas que jamás me había atrevido a decir alguna vez.

Gema: Tengo una llamada, hablamos luego, guapo.

Su último mensaje me hace suspirar y también molestarme. No tengo por qué, ni derecho, lo sé, ella no me conoce realmente ni yo a ella, pero no puedo evitarlo, esta costumbre que tengo de hablarle, mensajearnos, me gusta, me hace olvidar a Esmeralda, me hace disfrutar cada tarde, su voz y sus mensajes son la mejor compañía que tengo últimamente. La mejor compañía que siento que necesito últimamente.

—... Y luego me preguntó si era verdad que tú salías con alguien más, te juro que pude haber sido bueno con ella y decirle que era mentira, pero la verdad no pude evitar decirle que sí, que salías con una chica más bonita y agradable que ella. —Escucho a Carlos al teléfono durante diez minutos. Me llamó justo cuando me despedí de Gema y lo único que ha hecho es hablarme de que se encontró a Esmeralda en el centro y hablaron de mí.

—¿Y qué dijo?

El timbre suena y me levanto de la cama para atender, son las diez, maldito sea el que haya venido a molestar a esta hora.

—Lloró como perra loca y por su culpa casi pierdo a mi conquista, me quiso abrazar para que la reconfortara, ella nos vio y pensó mal. Wey, te juro que la hubiera abrazado en buen plan, porque me saca de onda ver llorar a una mujer, pero no sé, ella me da miedo, Darío. Es como el mismísimo chamuco.

Me río a carcajadas mientras abro la puerta, pero al encontrarme a Esmeralda, mi felicidad se acaba. Está llorando.

—Ah, ¿Carlos? Te llamo luego. —Sin esperar respuesta, le cuelgo y me dirijo a Esmeralda—. ¿Qué pasa?

Me duele un poco, maldita sea, duele verla así. Odio que me dañe verla así, no quiero tenerle compasión ni lástima después de todo lo que me hizo; me hizo sentir como un idiota, quiero tratarla igual.

Sin embargo, cuando sus brazos rodean mi cintura, me congelo sin saber qué hacer o decir. Llora como una desesperada, diciendo cosas que no comprendo totalmente.

—Te amo, Darío. —Pasa sus brazos hasta mi cuello y me mira a los ojos. Los suyos están incluso rojo y ojerosos—. Perdóname, por favor, mi amor. Lo que pasó con Manuel fue un deslíz, un error, algo sin...

Me separo de ella y camino hasta el sofá. Me da rabia que quiera justificarse, no la entiendo, ella me dejó, al fin y al cabo, si se metió con quien se le dio la gana y alegó que era mejor que yo en la cama, que ya no me necesitaba, ¿qué necesidad tiene al venir a molestarme si ya tiene "todo" lo que jamás tuvo conmigo?

—Ya déjame en paz, ¿quieres? —La miro, tengo ganas de sacarla a empujones, pero no, no soy tan drástico, quiero que ella tenga algo de dignidad y se largue por su propia cuenta. Pero no lo hace.

El virgen que llamaba a la línea erótica© [AYOD #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora