EPILOGO

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— "...y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites" – dijo la voz frente a ella mientras la joven daba un respingo y volvía en sí.

Violeta observó a su alrededor, y no supo dónde estaba. Pero al enfocar la vista lo reconoció al recordar la cita de uno de sus autores favoritos. Estaba de pie, vistiendo un traje claro y sobre su cabeza reposaba un sombrero panamá color café. Se veía elegante

Corrió a abrazarlo y mientras lo hacía dijo: 

— ¡Pensé que nunca te volvería a ver!

Él sonrió y separándose de ella hizo un ademan galante. 

— ¡Ellas te extrañan!... ¡Yo te extraño! – sollozó la hija.

— ¿Les diste mi mensaje?

— ¡Claro! Pero es difícil de asimilar — respondió la muchacha.

— No te apures. Es sólo una cuestión de tiempo – dijo el hombre con una expresión melancólica

Entonces la invitó a sentarse sobre un tronco rugoso cubierto de musgo.

— ¿Dónde estamos? — cuestionó ella.

— En una estación de paso...o algo así me dijeron. — respondió Salvador.

— ¿En serio?

El hombre sonrió pero se notaba que quería decirle algo y no se atrevía, cómo la vez que la chica regresó de la escuela y él tuvo que anunciarle la muerte de su querida mascota, el gato Promeo.

— Esta es mi despedida. Si nos volvemos a ver sólo será a través de sueños.

— ¡Lo sé! – reconoció ella con algo más que tristeza.

Y volviéndola a ver a los ojos, él declaró con suavidad.

— Vi todo lo que pasó en esa bodega...

La chica se sobresaltó, su rostro se contrajo y fue entonces que cedió el dique de sus emociones rompiendo a llorar.

— ¡Te juro que no quise hacerle daño!...Pero vi todo lo que había hecho y me dominó la... – sollozó la chica ahogando sus palabras con el llanto.

Él solo la abrazaba y luego de unos minutos, Violeta agregó con un hilo de voz constreñido por el temor:

— ¡En realidad... quería matarla!...Hacerla pagar por todo lo que hizo... No pensaba en otra cosa... ¡Tengo miedo de lo que soy realmente!

— ¡Eres mi hija! – declaró él con ternura.

Ella lo volvió a ver con una expresión triste pero agradecida. Entonces Salvador añadió:

— La lucha más importante es la que libramos contra nosotros mismos.

— Pero ya no sé qué hacer...Mi maestra ya no aparece en mis sueños...Me abandonó por lo que hice – declaró Violeta con pesar.

— De hecho, ya estas lista para seguir tu sola – agregó él con certeza.

— ¿Cómo sabes eso?

— Me mandaron a decírtelo...Este es el momento en que empieza tu verdadera lucha – añadió él.

Entonces se quedaron platicando mientras él le explicaba, como el mensajero que era, acerca de todo lo que debía hacer con su vida a partir de ese momento. Ella escuchaba atenta sin poder creer aquel discurso, pero al final asintió porque era lo único que pudo hacer. Quería alargar ese momento hasta la eternidad. No deseaba separarse del único padre que había conocido. Pero sin darse cuenta cayó en la inconsciencia hundiéndose en un sueño, y a su vez en otro hasta que al final despertó. Era de madrugada. Su almohada estaba mojada por las lágrimas y derramó más al recordar a su padre. Luego volvió a dormir por un par de horas.

Al sonar la alarma del despertador, se levantó de la cama y se fue a duchar. Luego de un rato se vistió, y empezó a prepararse porque ese día iniciaba la Universidad.

Tomó sus cuadernos y una vieja mochila, y mientras bajaba por el desayuno recordó el sueño, entonces la toma de consciencia por todo lo dicho, la golpeó de lleno. Supo que la vida era larga y la suya apenas comenzaba. El destino no espera a nadie. Solo es cuestión de seguir adelante.


Alex Blanco.

15 de Septiembre de 2018.

15 de Septiembre de 2018

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