CONCLAVE

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Cuando Dilcia y Raquel llegaron a la casa de la arquitecta, parecía que iban a la reunión de siempre, la tertulia que todas habían acordado tener desde que cayeron en cuenta que aquella atractiva mujer de cabello castaño que las visitó, no era Fabiola.

Las recién llegadas se extrañaron al ver que una jovencita, que no pasaría de diecisiete años, estaba sentada en una de las sillas metálicas del patio.

— ¿Cuál es la emergencia, Nati? – preguntó Dilcia al entrar, ya que le extrañó la premura con que la organizadora las había convocado.

— Quiero que conozcan a alguien – dijo la anfitriona.

Y fue así que las reinas conocieron a la hija de Salvador. La plática empezó cómo un acercamiento un tanto receloso. Té, refresco y galletas sirvieron para amortiguar todo lo que la chica compartió con las mujeres. Las caras de las recién llegadas cambiaron desde el temor, pasando por la desconfianza y terminaron en un franco desconcierto.

La muchacha nunca dudó ante lo que tenía que decirles. Al fin solo repetía las palabras de su maestra. Aunque evitó decirles la fuente real de aquel conocimiento. Una vez les expuso el plan detallado para liberar a su amiga de aquel "parásito", las dudas empezaron a aflorar. Ella les aclaró muchas de las interrogantes, incluyendo la existencia de la congregación que ayudaba a "aquel ser", y al final concluyó:

— ¡Para liberarla necesito a cinco personas!

— ¿Cinco?... ¿Por qué cinco? — preguntó la pelirroja de cabello alborotado.

— Podrían ser más, pero esa es la cantidad mínima para abrir un portal — respondió la chica frente a ella.

— Necesitaríamos a alguien más, ya que somos cuatro – agregó la arquitecta.

— A dos más — aclaró la muchacha. — Yo soy quien iría por ella.

Las tres mujeres se volvieron a ver entre sí, la expresión de sus rostros era de una absoluta confusión.

— ¿Y se puede saber cómo sabes todo esto?... ¿Violeta? – cuestionó la morena que parecía bastante desconfiada e inquisitiva.

— Es difícil de explicar... Al parecer al nacer "ellos" me hicieron algo... Y ahora sé algunas cosas cómo las que acabo de mencionarles.

— Y dices que Fabiola está... ¿cómo poseída? – cuestionó la taheña con temor.

— ¿Nati? ¿Qué opinas tú de todo esto? – interrumpió Raquel con preocupación.

La arquitecta recordó la visión que había experimentado y con voz tímida le hizo una súplica a Violeta:

— Lo que vi en la oficina... ¿podrías mostrárselo a ellas?

La muchacha negó de forma categórica, y con cierta severidad contestó:

— Eso solo era para usted. Si hago eso con ellas podrían no resistirlo.

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