DESPERTARES

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Intentó abrir los ojos, pero en su campo de visión solo se distinguía un fondo rojizo bastante difuso. Una sensación de letargo se disipaba con lentitud, era como intentar salir de la cama luego de las fiestas de Año nuevo. Le llamó la atención el olor a desinfectante y alcohol que impregnaba el ambiente. Hizo un esfuerzo titánico para volver en sí, pero todo era infructuoso. A lo lejos escuchaba un sonido monótono y acompasado procedente de alguna máquina.

La tercera vez que probó fue un éxito. Modesto pero éxito al fin. Una blancura cegadora lo abrumó, la luz se coló entre sus pestañas dejando ver la nívea superficie del techo, y fue entonces que movió el cuello para ver a su izquierda, porque un ruido peculiar llamó su atención.

Una mujer vestida de blanco, cuya cabeza estaba adornada por un gorro extraño cruzado por una línea negra, con actitud indiferente, ordenaba la mesita de noche contigua. Su complexión era un tanto robusta y por alguna razón pensó en su madre, debido a su cabello color azabache y expresión concentrada. Pero un segundo examen reveló cierta candidez en su mirada.

Intentó hablar pero su garganta estaba más reseca que una alfombra polvosa y la primera palabra que se le ocurrió se le quedó atascada. Quiso carraspear para liberar su voz pero no pudo.

La mujer continuaba en sus afanes, indiferente a lo que pasaba junto a ella. Si hubiese sido más atenta se habría dado cuenta que el sonido y la gráfica que aparecía en el aparato contiguo a aquella cama, habían cambiado por completo.

— ¿Quéd.....? – sonó un quejido al lado de la enfermera la cual aún lucía más concentrada en sus quehaceres que en lo que ocurría a su alrededor.

La mujer se sentó sin parsimonia en la silla contigua y abriendo un libro que tenía en las manos, dijo:

— ¿Dónde nos quedamos ayer?.... ¡¡Ahhh!! Sí... Aquí está la marca... veamos: "Katia y Saraí, vieron llegar a los "nuevos" un día jueves. El grupito iba liderado por la encargada de capacitación..." – leyó la enfermera con una voz armoniosa, pero con un acento extranjero.

— ¿Qué día es hoy? – dijo una voz extraña al lado de la mujer. Esta mostró un rostro de sorpresa que petrificó sus facciones dándole el aspecto de una máscara. Volviendo a ver hacia la cama, se levantó de un salto dejando caer la pequeña novela que tenía en el regazo y sin dudarlo pulsó un botón rojo empotrado en la pared.

Él quiso decir algo más, pero de pronto se vio rodeado de un grupo de personas, uno era el médico de turno, al parecer, y las demás enfermeras. La mujer del gorro con la cinta negra se inclinó hacia él, mientras hablaba en un tono muy amable:

— ¡Bienvenido, señor Alberti! ¡Es un gusto conocerlo al fin!, mi nombre es Marie, pero puede decirme "Rhia".

Él intentó balbucear una respuesta, pero no lo consiguió. Para ese momento muchos extraños entraban a la habitación y lo veían con asombro. Pero solo había un rostro que él deseaba ver en ese instante.

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