04.

24 0 0
                                    

El único movimiento que parece haber dentro del criotanque es el de los pequeños trozos de escarcha que comienzan a derretirse y a desprenderse del cuerpo al que mantienen. El monitor sigue mostrando un pulso pausado y constante. Definitivamente hay vida en su interior.

Entonces, de repente, abre los ojos. Grandes ojos color miel que, al fruncir el ceño, se vuelven de un rojo escarlata intenso, cual sangre.

Miró a su alrededor a través de las gruesas paredes de cristal que la envolvían tratando de distinguir todo lo que la rodeaba. En mitad de la oscuridad sólo alcanzó a ver un par de criotanques contiguos, desconectados y vacíos. Bajó la vista para verse a sí misma. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? Congelada en un mismo instante, con las mismas ganas de destruir todo cuanto se interpusiera en su camino.

Su mano se curvó tomando la forma de una garra y uno de los criotanques cercanos estalló en mil pedazos. Una sonrisa torcida, más parecida a una mueca psicótica, se abrió paso en su rostro.

HurricaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora