La ciudad de cristal quebrado

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Al ver la ciudad bajaron de la montaña por un paso que usaban los mineros de la ciudad. La ruta de los mineros estaban marcados por enormes monolitos cristalinos del tamaño de una persona de estatura media. Estas piedras guiaban a través del pinar hasta la ciudad; O al menos eso hacían los monolitos que tenían cerca, porque, más allá de donde estaban, había muchos otros más. La ciudad estaba completamente amurallada, había muchos barrios con casas hechas de piedra, las calles estaban constantemente iluminadas, los monolitos poblaban las aceras de la ciudad, los edificios más importantes alcanzaban el cielo, y el castillo se veía imponente arriba en la montaña como si de de un enorme montículo de nieve se tratase. Simon, confuso por la organización de la ciudad le preguntó a Blaise:

–Blaise, ¿has estado alguna vez aquí?

–No, no soy capaz de reconocer este sitio. Nunca he estado.

–¿Entonces cómo sabemos dónde ir?

–Mira. Los edificios altos que allá ves son la catedral y el otro el ayuntamiento. Si miras el camino del enorme castillo, verás que hay más de esos monolitos.

–¿Más monolitos? ¿Qué querrán decir tanto bloque de hielo?

–No es hielo. A juzgar por la textura y el color, parece que es hierro extraído de las minas que ha creado una capa de escarcha o rocío congelado.

–También has leído geología.

–No. Esoterismo.

–Esoterismo ¿No es eso cosa de brujas?

–Ellos prefieren seudociencia. Aconsejo ir al castillo. La única forma de parar la guerra será por quienes la empezaron.

–¿Alguna idea?

–Tengo una.

–Cuéntala.

–Debemos reunirlos en la frontera al mismo tiempo y allí convencerlos.

–Ir y volver nos llevará al menos tres días. No tenemos tanto tiempo.

–¿Conoces "Las mil y una noches"?

–¿La de la cuentacuentos?

–Esa es la palabra clave. El rey no me acogerá en su casa a menos que sea alguien importante para él, y tampoco vendrá al tratado si no me ve confianza en mí.

–Y quieres confianza a base de cuentos e historias.

–Una mujer se libró de una decapitación. ¿Cómo yo no voy a tener más suerte si sólo se trata de mover a un hombre?

–Eran tiempos de sultanes avaros.

–Son tiempos de triste y desoladora guerra.

–Puede ser. Tardaremos mucho igualmente.

–Ahí entras tú. Pasa que la entrada de Patrius y Sobrinus a Pater es muy pequeña.

–¿Y qué si es pequeña?

–Que esa única entrada está justo donde quiero que se encuentren: El paso de las picas.

–¿Qué hay ahí?

–O el fin de la guerra nórdica o la batalla más sanguinaria de toda la guerra?

–Entonces, escribe una recomendación del ducado de Ciel. ¿Tienes el sello?

–Puedo dibujarlo. Antes de darte la carta, Simon, mucha suerte. Necesitamos que ambos estén allí en tres días. Ser embajador es un trabajo delicado.

La cruzadaWhere stories live. Discover now