Vive la femme!

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Ambos cielinos bajaron con su nuevo y desconocido amigo artista. Recordemos que el motivo de su visita correspondía con la retoma del humanismo o, por simplificarlo, derrocar a los reyes que oprimieron a la propia evolución de la humanidad. Volviendo con Blaise y Roman, ellos se vieron obligados a patear la mitad de Paterfille por unas catacumbas recientemente abiertas para los enterramientos de los paganos modernos o rebeldes del decreto; No vieron a ningún muerto humano. El que peor lo llevaba era Roman. Para asombro, Blaise se mantuvo firme en una situación extremista para sus gustos narcisistas. Tal vez la emoción, tal vez su odio, tal vez sus ánimos por acabar, tal vez su curiosidad o tal vez un espíritu valeroso, digno de un duque.

Tras unas horas de recorrido por un cementerio de ratas y cucarachas, el artista desconocido se postró ante una pared. Presionó otro ladrillo. Este se diferenciaba del anterior en su color, pero el símbolo, la fisionomía y la utilidad eran las mismas. Detrás del mecanismo ahora abierto se podía divisar la Cloaca Máxima transformada en un gabinete. La sala era una habitación circular con una bóveda de un tambor pétreo que le daba cierta altitud. Arriba, donde estaría la linterna por dentro, se dejó un tragaluz que se tapó con una tapa de alcantarilla con un agujero pequeño que dejaba pasar un rayo de luz desde la alcantarilla principal. Estaba calculado. En las paredes del tambor había cortinas raídas y telares quemados o destrozados, dejando un aspecto siniestro contrastando con su piso superior e inferior. El interior tenía múltiples pasadizos que comunicaban a habitaciones alternativas, y entre cada pasadizo se podía ver montones de caballetes apilados, lonas, cuadros, entre otras cosas. Eran cinco montones para cuatro pasadizos: Uno tenía material pictórico, otro tenía planos y maquetas varias, otros eran pergaminos raídos o sucios, otros eran moldes y yeso, y el último tenía algunos instrumentos improvisados con material de la calle. Blaise se dirigió a cada montículo con asombro y gritaba:

–¡El mar de hielo! ¡Eros y Psique! ¡Planos del Escorial! ¡Un guzheng chino! ¡Hamlet!–

–Veo que entendéis–Interrumpió el artista–Es una pequeña recopilación del arte más humano.

–Más humano–Se dijo para sí Roman–¡Monsieur Blaise! Tal vez sea el general que buscamos. Lo presiento.

–¿Buscan a un general en un artista?

–Mi amigo no se ha expresado bien. Hay un motivo por el que necesitamos tu ayuda.

–¿Es mi ayuda la que necesitáis?

–Sí. Tu arte demostrará al mundo lo que por decreto ha perdido.

–Empiezo a ver por donde vais pero no soy vuestro hombre.

–Venga. No sea molesto, monsieur...

–Miloú, monsieur.

–Miloú, como el perro de Tin-Tin. Se nota que eres de los nuestros.

–No lo entendéis.

–¿Es por el dinero?

–No. Buscáis un artista y yo no lo soy.

–Entonces, ¿todo esto es robado y es tu ratonera?

–Monsieur Duque de Ciel, ofende a un servidor.

–¡¿Me conoce?!

–Se ha hecho pública su fuga.

–¿Qué más se dice?

–Su padre lo ha ocultador bien de los de Enfer y ha dicho que era una misión de espionaje, pero que debes volver y por eso envían a buscarte.

La cruzadaWhere stories live. Discover now