Capítulo 11: La única

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Todo se convirtió en un infierno en tan solo pocos segundos. El balazo que había atravesado uno de los dos cuadros provocó miedo y algunos casos de histeria, además de detonar los flashes de los periodistas, ávidos de nueva información. A pesar del sonido, nadie hablaba concretamente de un disparo, lo que hizo que Adán reaccionara de inmediato, ordenándole al personal que esparcieran el rumor de una falla eléctrica en las instalaciones; esta versión no podría sustentarse, pero serviría para distraer a la gente el tiempo suficiente mientras recuperaba el orden. Ordenó al jefe de guardias que se llevara a Carmen al interior de la galería, pero no fue fácil porque ella intentó acercarse a las obras.

–Suéltame –dijo ella, con vehemencia.

–Venga conmigo, es por su propia seguridad.

—Obedece, por favor, es por tu propia seguridad –ordenó Adán, imponiéndose— . Llévela al taller, y que nadie entre o salga de la galería.

El jefe de guardias se llevó casi arrastrando a la artista al interior de la sala, mientras la confusión y el pánico cundía en el lugar; todo se estaba yendo al diablo, pero no iba a perder el control, así que levantó la voz por sobre el barullo y los sollozos que comenzaban.

–Escúchenme, ha ocurrido un lamentable accidente, pero no hay ningún peligro, no hay heridos. Sé que el sonido ha sido fuerte, pero como podrán ver, estamos haciendo lo necesario para mantener la seguridad, así que les pido que conserven la calma y se mantengan aquí, junto a nosotros. Por favor sigan las instrucciones del equipo de guardias, si cualquiera de ustedes o sus acompañantes necesita asistencia por el stress del momento, no dude en pedirla, esta organización corre con cualquier gasto involucrado. Si tienen preguntas pueden hablar conmigo, mi nombre es Adán Valdovinos, y soy el asesor personal de Carmen Basaure, y encargado de la gestión de la galería.

Sus palabras, y el tono de absoluta seguridad y calma que transmitió al hablar, hizo el efecto deseado, y la mayoría de los asistentes a la gala volvieron a su centro, aunque desde luego, el nerviosismo continuaba y era evidente que la inauguración ya estaba suspendida. Una dama de la que no recordaba apellido se le acercó, temblorosa.

–Muchacho, tengo la garganta seca con este susto, podrías hacer algo.

–Desde luego –respondió tomándole una mano, con coqueta dulzura–, déjelo todo en mis manos.

La mujer sonrió nerviosa, y Adán le encargó al personal de banquetería que ofrecieran agua mineral, tragos suaves e infusiones frías a discreción, mientras las voces de los periodistas no paraban de insistir. Miró en todas direcciones, Pilar estaba entrando a la galería, los invitados importantes aún permanecían, solo se habían ido unos pocos, ahora el alcohol y la curiosidad habían reemplazado al miedo anterior y eso podía ser aún más peligroso. El jefe de los guardias volvió.

–Una asistente de enfermería y la hija están con Carmen –le comentó en voz baja–, voy a hablar con la policía, ya me avisaron que vienen en camino.

–De acuerdo, manténgame informado de todo.

La expectación era total, y sin más alternativas por el momento, Adán se acercó al espacio reservado para los medios especializados en arte, que de pronto se habían vuelto caza recompensas de la crónica roja.

–Señor. ¿Tiene alguna idea de lo ocurrido, que piensa de este atentado?

Ahora ya era un atentado, así que sí sería la noticia del día después de todo.

–Lo que ha ocurrido ha sido un accidente –explicó con total convicción–, nuestro equipo de seguridad ya confirmó esta información.

– ¿No le parece extraño este hecho en la noche inaugural de la galería de arte?

La traición de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora