CAPÍTULO 21 - MARTES

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Elena ha enviado las invitaciones digitales a quienes vendrán a nuestra celebración anual. Creó un evento en Facebook y añadió a las personas que yo suponía que iba a incorporar: Tristán, Julián (al final, acepté su solicitud), Gabriel (no sabía que ella lo tenía entre sus amistades digitales) y mi hermano. Además, Julián se ha tomado la libertad de añadir a Totto y a su novia. Reviso los datos a gran velocidad para corroborar que mi mejor amiga no haya cambiado nada. Me cuesta un poco leer en el bus.

Nos encontraremos el sábado al mediodía en la entrada central del parque de diversiones, porque a varios eso les queda mejor que tomar el bus desde el centro. Cada uno deberá pagar por su boleto —aunque Julián ya se ha apresurado a comentar que él me obsequiará el mío—. Pasaremos la tarde entre las diversas atracciones y luego iremos a cenar. También hay un archivo online para que anotemos nuestros números telefónicos en caso de que nos separemos en el parque.

Dibujo una sonrisa en mi rostro e invito a Víctor y a Miguel, que los añadí a mis amistades ayer por la noche. Todavía no le conté a Elena sobre nuestro encuentro, quiero sorprenderla. Tampoco le dije sobre mi conversación seria con Julián. Sé que pronto me buscará por toda la escuela para que le cuente lo que ocurrió ayer.

Me quedan algunos minutos de viaje en el bus, así que aprovecho para ver qué más se ha posteado en el evento. No tardo en encontrar la lista de regalos de Eli, que enumera casi cincuenta libros que quiere leer y añade algunos enlaces a Amazon para ropa en colores y tallas específicos. Lo que yo le he comprado no aparece por ningún lado: la sorprenderé.

Ahora, la gran pregunta es: ¿qué quisiera recibir yo? Me gustaría poder armar mi propia lista, pero no tengo idea de lo que podría colocar. Libros, obvio, pero ¿cuáles? Hay demasiadas novelas que muero por tener entre mis manos y sé que no hay chances de recibirlas todas.

Empiezo a listarlas en un nuevo post. La gran mayoría nacieron en alguna plataforma online y pertenecen a autoras pequeñitas; hay que encargarlas por internet porque no llegan a todas las tiendas. Añado un par que sí están en todos lados, pero son minoría.

Cuando tengo unos quince títulos, sonrío y publico la lista. Sé algunas ideas más cuando regrese a casa y pueda revisar mi archivo de "Libros que quisiera comprar, pero que son demasiado costosos para mis pobres bolsillos", pero este es un buen comienzo.

Es hora de bajar del bus.

Entro a la escuela sin prisas. Todavía me quedan unos cuantos minutos antes de que comience la primera clase. Llevo un trabajo que debo entregar en mi morral y tengo lo que necesito a mano, así que no hay motivo alguno para pasar por mi casillero, ¡ya ni siquiera debo preocuparme por las misteriosas cartas!

Sonrío y, casi sin pensarlo, comienzo a silbar una canción.

—¡Mila! —llama Gabriel a mis espaldas.

Interrumpo la melodía y volteo para saludarlo. Trota hacia mí con sus rulos mojados, recién salidos de la ducha, que rebotan contra sus hombros y salpican gotas de agua por el pasillo.

—¡Hey, Gaby! —lo saludo con cierta euforia. No lo he visto en días.

Cuando me alcanza, se acerca a mi oído y comienza a susurrar. Varias miradas curiosas se posan sobre nosotros.

—No me creerías lo que pasó anoche. Bah, seguro que sí me lo crees porque debe de tener algo que ver contigo —se contradice—. ¿Podemos hablar un minuto?

Lo alejo con una sonrisa porque está empapándome la ropa con su cabello. No quiero ser descortés, pero me asusta pensar que demasiada agua sobre mi piel pueda enfermarme justo antes de mi cumpleaños. Soy paranoica con esto de los resfríos.

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Where stories live. Discover now