EXTRA 01

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Los besos de Julián se encuentran en el punto medio entre apasionados y dulces, entre desesperados y pacientes. No hallo mejor forma de describirlos, sabe lo que hace. Aunque odio admitirlo, se nota que tiene experiencia y práctica. A una parte de mí le desagrada entender eso, la otra parte disfruta del contacto sin que nada más le importe.

—Siguiente pregunta —murmuro contra sus labios—. ¿Cuáles eran los países alineados en cada uno de los bandos al inicio de la Segunda Guerra Mundial?

Él sonríe, su boca está contra la mía.

—Pues... los más importantes eran los Aliados, que serían... —piensa—. Gran Bretaña, Rusia y Estados Unidos. Luego estaba el Eje, que eran los nazis de Alemania, Italia y Japón. Había otros países, no me acuerdo todos, pero esos son los importantes.

—Perfecto —lo felicito.

—Quiero mi premio.

—Eres como un perro faldero. —Lo beso otra vez, divertida.

—Oye, no seas mala.

—Es que... mírate. Solo puedo lograr que estudies si te ofrezco un premio por cada pregunta que respondas bien.

—Tus besos son un buen incentivo. Mis notas están mejorando muchísimo. —Apoya su frente contra la mía y cierra los ojos—. Eres una excelente profesora, solo espero que no tomes a más alumnos.

—Idiota —bromeo y me separo—. Continuemos, ¿qué era la Schutzstaffel, también conocida como SS?

Así, pasan las horas de la tarde. Estamos haciendo el repaso final para su examen de Historia Mundial. Yo no curso esa materia en estos momentos, pero él necesita ayuda porque, si reprueba, tendrá que tomarla otra vez durante las vacaciones de verano antes de la universidad y correría el riesgo de no graduarse.

Descubrimos que, al igual que una mascota, Julián funciona mejor cuando se esfuerza para obtener un incentivo o un premio. En nuestro caso, un beso. Es una tontería, pero me divierto mucho al ver el entusiasmo que pone. Además, le dije que no tendríamos más citas hasta que tuviera todos sus promedios aprobados, aunque sea con la calificación mínima requerida.

El método es lento, pero efectivo. En el mismo tiempo que repasamos un capítulo del manual de esta forma podríamos leer y memorizar casi el triple bajo circunstancias normales. En especial porque, de vez en cuando, nos dejamos llevar más de la cuenta y perdemos diez o quince minutos besándonos.

Jamás creí que disfrutaría tanto de una relación afectiva. Siento que lo que sea que tenemos fluye cada vez con más naturalidad. Sin pretensiones. Él ya no busca hallar formas de impresionarme o de conquistarme. Y yo dejé de lado mis miedos a decepcionarlo. Solo somos nosotros mismos. Sinceros. Abiertos. Con nuestros defectos y virtudes. Cada tanto, tenemos un desacuerdo, pero podemos conversar al respecto de forma civilizada. Aprendemos el uno del otro con cada jornada que compartimos. Él me convenció de ver deportes y yo estoy logrando que él lea la saga de Los instrumentos mortales; ya va por la mitad del cuarto libro.

—Esa era... algo así como una policía militar alemana. Muy violenta y agresiva, lo peor de lo peor. Me acuerdo que en la película de...

—Eso es trampa —río—. No deberías basarte en lo que sale en televisión para rendir un examen.

—Las series y películas son mucho más educativas de lo que parecen —contradice—. ¿Respondí bien? Quiero mi beso.

—Mmm... —Giro la cabeza hacia el otro lado—. Te concedo medio punto en lugar de uno completo.

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora