CAPÍTULO 16 - JUEVES

7.2K 1K 713
                                    

Tuve una mala noche. Me atacó una pesadilla tras otra, y eso me desequilibró un poco; tengo ojeras del tamaño de una sandía y ando bostezando cada diez segundos como máximo. Sí, lo he cronometrado en el bus y también durante el almuerzo. Varios profesores me llamaron la atención por la actitud y me preguntaron si quería hablar con la psicóloga estudiantil sobre algún problema en mi hogar. No supe cómo explicarles la verdad, así que opté por mentirles. Dije que me quedé hasta tarde jugando videojuegos online y que me disculpaba por haber sido irresponsable, que no volverá a ocurrir. Creo que fue una excusa creíble.

¿Qué otra cosa les podía decir? No iba a contarles que casi no dormí porque estúpidas pesadillas me despertaban cada media hora. En especial porque las pesadillas no tenían nada de aterrador.

Todos los sueños eran similares:

-Julián intentaba besarme en la escuela. Yo lo quería abofetear, pero todo mi cuerpo (salvo mi rostro) se había convertido en piedra y no podía huir.

-Gabriel intentaba besarme en su casa. Con un brazo rodeaba mi cintura y, con el otro, la cintura de un chico sin rostro. Se alternaba para besarnos a ambos y repetía que le gustábamos por igual.

-El chico de la mala gramática (con una máscara puesta) intentaba besarme frente a mi casillero. Pero no era humano, era un monstruo con tentáculos, garras y alas de murciélago enormes. ¿Cómo tenía tentáculos y garras a la vez? Ni idea, fue un sueño.

En cada pesadilla trataba de huir de alguien distinto que buscaba arrojarse sobre mí y forzarme a tener algún nivel de contacto físico no deseado. ¡Incluso Elena fue parte de la noche!

Estoy traumada. ¿Por qué no pude soñar también que tenía una ametralladora para defenderme de ellos o algo así? Los sueños son injustos. ¡Y tener una cita con Julián en apenas cinco minutos no ayuda a calmar mis nervios!

No es que me aterre besar a alguien; tan estúpida no soy. Salí con dos chicos en el pasado, aunque ninguno me duró más de una semana porque no les tuve paciencia. También me vi obligada a besar a una chica como desafío en un juego que hicimos el primer año de la secundaria, en el cumpleaños de un vecino. O sea, no es algo grave. El tema es que en mis pesadillas todo era paranormal y forzado, contra mi voluntad.

"Fue solo un sueño, varios sueños sucesivos", me repito una y otra vez, pero la inseguridad me ahoga. "Fue irreal. Ninguno de ellos haría algo así".

Julián llegará en cualquier momento. Siempre es puntual. Me pregunto si todavía estoy a tiempo de cancelar los planes. Podría enviarle un mensaje que diga que me siento mal o algo. ¿Me creerá? Enciendo la pantalla de mi teléfono, dispuesta a excusarme.

"Pero la cita en InkStrike fue mi idea", suspiro.

En el fondo, sé que lo correcto es quedarme. Guardo el teléfono en el morral y llevo mi mano al bolsillo del pantalón. Sostengo con fuerza el gas pimienta. Tenerlo entre mis dedos me brinda una falsa sensación de seguridad. Me relaja.

No es que la idea de un beso me asuste. No sería ni el primero ni el último que reciba. Pasa que no soy la clase de persona que disfruta de la cercanía física de otros. No me gustan los abrazos y odio cualquier clase de servicio que incluya el sentido del tacto: médicos, peluqueros, masajistas, etc.

Siento un escalofrío con solo pensar en ello. Quizá si tuviera novio eso cambiaría poco a poco a medida que me acostumbre a su presencia y cariño. En estos momentos, sin embargo, aprecio bastante mi espacio personal.

—¡Mila! —Julián baja del bus y trota hacia mí.

Alzo la vista y noto que tiene una sonrisa enorme en su rostro y... ¿un ojo morado? No puedo alejar mi vista de su herida. Es como cuando Elena tiene acné: sin importar cuánto lo intente, me siento obligada a observar la imperfección.

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Where stories live. Discover now