CAPÍTULO 4 - SÁBADO

15.1K 1.9K 1K
                                    

Hoy me levanto recién al mediodía. ¡Dormir hasta tarde se siente genial! Por fin recuperé las horas de sueño que Narnia me robó.

De todas formas, bostezo. Sigo cansada. Siempre creo que, entre más duermo, más sueño tengo luego durante el día.

Me giro en la cama para evitar que el sol que ingresa por la ventana me encandile a través de las pupilas cerradas. Quisiera dormir un rato más, pero sé que tengo cosas que hacer. El ensayo de Geografía no se escribirá a sí mismo, lamentablemente.

¡Mi cama es muy cómoda y estoy calentita! No quiero salir de aquí... Solo mis ojos asoman por debajo del acolchado.

Escucho el despertador que grita con su insoportable bip bip cada vez más fuerte. Lo programé para que suene exacto al mediodía por si acaso, pero en realidad creí que me despertaría antes. Hace meses que no me levanto a esta hora.

Vuelvo a bostezar.

Estiro un brazo fuera de las abrigadas mantas y lo muevo en el aire mientras busco el despertador que debería estar sobre la pequeña mesita junto a la cama. En el intento, unas cuantas cosas caen al piso.

Al final, lo primero que hallo es el cable del aparato. Sonrío y tiro con fuerza hasta que se desprende de la pared.

Silencio.

Me giro y dejo que mi mirada caiga sobre el desastre de objetos que descansan ahora en el suelo. Allí, entre papeles sueltos, un brazalete y otras tantas cosas, la luz de mi teléfono titila. Tengo un mensaje.

Me froto el rostro con una mano mientras que con la otra alcanzo el móvil. El brillo de la pantalla me enceguece por un instante.

"Mañana a la tarde. trabajo de biología. t espero en la eskina de la escuela. a las 5??????."
Deportista Patriota

"Okay."

Respondo sin pensarlo.

Es hora de empezar el día.

Es hora de empezar el día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Para las cinco ya he terminado con todas mis obligaciones —incluso la mitad del ensayo de Geografía—. Estiro los brazos en el aire y me pregunto qué hacer durante el resto de la tarde. Recuerdo entonces la conversación con Elena y sonrío.

Me pongo de pie y comienzo a recolectar las cartas. La primera está abollada en un rincón de la habitación, casi debajo de la cama —es un milagro que mamá no la haya arrojado a la basura—. La segunda la recupero de un par de pantalones sucios que todavía descansan en el canasto. La última carta está en mi mochila.

Cuando ya tengo los tres papeles en la mano, hago a un lado el teclado y el ratón de la computadora. Coloco los mensajes sobre la mesa y tomo mi marcador rosa. Es hora de convertirme en una perra gramatical.

Sonrío ante el término que inventó Elena una vez más y comienzo con mis correcciones.

Sonrío ante el término que inventó Elena una vez más y comienzo con mis correcciones

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Termino antes de que mi madre nos llame para bajar a cenar. Tengo una jaqueca insoportable. No comprendo cómo alguien puede cometer tantos errores sin notarlo. Todavía me cuesta creer que las cartas no son un chiste de mal gusto.

Sé que nadie es perfecto. Acepto que cualquier persona pueda olvidar una tilde diacrítica o que se confundan palabras similares. Todos nos equivocamos de vez en cuando a la hora de poner comas, pero esta persona es el colmo. Es más, incluso sospecho que a mí se me han pasado algunas correcciones; entre tanto desastre, es imposible detectar cada problema.

Me niego a responderle.

Mi madre vuelve a llamar a los gritos desde la cocina.

—¡Ya voy! —respondo.

Doblo los papeles y los coloco dentro de uno de mis cuadernos; sé que, si no los dejo en la mochila hoy, los olvidaré. Además, no me gustaría que más personas los vieran. Me dan un poco de vergüenza.

Miro la hora en mi teléfono antes de abandonar el cuarto y recuerdo el mensaje de Julián. Su texto era casi tan malo como estos papeles que me dejaron en el casillero.

"¿Será él?", me pregunto.

Quizás, y tan solo quizá, me atreva a preguntarle mañana.

¡Ay! Sí, sí, ya sé lo que están pensando: Mila es demasiado odiosa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Sí, sí, ya sé lo que están pensando: Mila es demasiado odiosa. Lo que hizo puede considerarse ofensivo y de mala educación. Y es que ella no cree que se trate de una persona que redacta con el corazón, sino de una broma de mal gusto para reírse de ella.

Igual... no puedo culparlos si Mila les parece una mala persona a veces. Tiene actitudes feas a menudo, pero ella no se da cuenta de esto. No ve los errores que comete. Es algo normal, nos ocurre a casi todos en distintos momentos de nuestra vida.

Si pudieran viajar en el tiempo y hablar con ustedes mismos del pasado, ¿qué se recriminarían? 

Yo le diría a la uutopicaa de 2010 que no debería ser envidiosa del éxito ajeno. Es algo que aprendí con los años. Odio recordar las tonterías que he dicho en esa época por celos.

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora