XV

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 Claudeen cerró sus manos sobre la barda de mármol. Creyó que su sorpresa se leía en todo su rostro, a lo mejor Ashton lo confundía con miedo. Se tranquilizó un poco, Ashton parecía estar tan sorprendido como ella. Con eso quedaron descartadas teorías que llegarían a la velocidad del rayo. No la había seguido, no era un acosador más. Una curiosa coincidencia del destino. Clau se obligó a sonreír lo más normal posible. En su compañero la confusión era palpable, abrió la boca y la volvió a cerrar para arquear las cejas de una forma cómica.

—¿Qué haces aquí? —preguntó por fin.

Claudeen formuló una respuesta rápida.

—Mi papá trabaja aquí —dijo, evitando decir información que revelara quién era su padre, pero seguir estando dentro de la verdad.

—¿Ah, sí? No sabía —se apoyó en la barda, a lado de ella.

—¿Y tú?

—Mi hermana está dando una fiesta —respondió, señalando hacia su izquierda. Efectivamente, había carpas blancas con mesas con centros de mesa de cristal. Los meseros cargaban charolas con bebidas y bocadillos. Claudeen vio de reojo a Ashton, quien a su vez tenía la mirada puesta en ella—. Por un momento pensé que estaba quedando loco.

—Es el último lugar donde pensaste encontrarme, ¿eh? —le guiñó el ojo—. Creo que estamos igual.

—¿Cómo? —nuevamente estaba confundido.

—Me refiero a que yo igual pensaba que era el último lugar donde podía encontrarme —explicó Claudeen. Soltó un suspiro—. Me tengo que ir, ¿nos vemos mañana?

—¿Me dejas? —dramatizó el castaño, Claudeen reprimió una sonrisa—. No me puedes dejar con esta bola de estirados. Te llevo hasta la salida.

Claudeen no aceptaría por nada del mundo. Suficiente tenía con haberse topado con un chico de su escuela, estando en el club podían suceder muchas cosas. Que apareciera su padre o apareciera su tío era una de muchas, peor estaría si se le acercaban con la familiaridad del mundo. Moriría en el instante si la llamaban "hija" o "sobrina". Su identidad tenía que permanecer escondida. ¿Yendo al club a esas horas ayudaría con eso? No, pensó, claro que no. El primer error lo cometió al poner un pie allí.

—Supongo que eso es un no —Claudeen se encogió de hombros—. Entonces, nos vemos mañana.

Ashton se encaminó a las carpas, las manos en las presillas del pantalón. Sola nuevamente, Claudeen se volteó de nuevo hacia el campo de golf. No muy lejos de la barda, metros abajo, había una familia jugando. Se sintió nostálgica al ver que una niña en iba sentada en el carrito, vestida con una gorra blanca y algo cómodo para jugar. La pequeña aprendía de sus padres. Guiándose por lo que aprendió en su infancia, Claudeen puso a la pareja entre el rango de los expertos.

La madre preparó un palo de golf para la niña. Claudeen se esforzó para ver con mayor detenimiento, se le cruzó por la cabeza la posibilidad de usar unos binoculares. No los tenía a la mano, desechó la idea.

—Un poco más a la derecha —murmuró Claudeen, imitando el agarre de la niña sobre el palo—. A tú derecha —masculló al ver que la niña se posicionaba del lado contrario. Dejó salir una bocanada de aire—. Ya perdiste la bola.

—¿Qué bola? —preguntó alguien detrás de ella. Claudeen no se molestó en girarse o determinar a quién pertenecía la voz.

—La de golf, la niñita se puso en una mala posición. La bola se irá a la trampa de agua.

El silencio viajó entre ellos unos breves segundos, el tiempo que tardó la bola en caer justo en el centro del estanque.

—Le atinaste, ¿cuál es el secreto?

Soy tu cliché personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora