IV

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Henry dejó que Claudeen se fuera. ¿Ir tras ella? No, eso sería muy cliché... aunque le vendría como anillo al dedo a la chica, siendo tan cliché. Se hizo una nota mental para preguntarle en concreto por qué le decían "Cliché". No creía que su condición como alumna becada, chica cerebrito y bastante reservada se llevara todo el crédito, había algo que se le estaba pasando.

Sin nada más que hacer, habiendo checado cierto problema reportado por uno de los clubes deportivos y con el folder de Claudeen en las manos, se fue a meter a la sala del consejo estudiantil. El olor a fresas lo hizo buscar a Amelie con la mirada rápidamente. La encontró leyendo el libro que le había dado de regalo un par de días atrás, se sintió orgulloso de haber encontrado un libro que mantuviera a la chica pegada a sus hojas, o más bien, un libro que mantuviera todas sus hojas. La siguiente vez ya sabía qué libros le gustaban.

—Te estaba buscando una chica... —dijo Mei, al verlo llegar a la sala. Lápiz en mano y hoja siendo sujetada por la otra—. Una pelirroja, ¿sabes quién es?

—¿Pelo corto y lentes negros? —Mei asintió energéticamente, Henry había caído en el anzuelo. Le sacaría respuestas—. ¿Qué quería?

—Hablar contigo —respondió la rubia, sin levantar la mirada del libro, recostada en el sillón de un rincón—. Cliché.

—Claudeen —corrigió Henry, sin darse cuenta—. ¿Dónde están Ashton y Collins?

—Haciendo la compra en la cafetería. —La rubia dio la vuelta a la página.

—Veo que no piensan bajar nunca —alzó una ceja en desaprobación y Amelie lo fulminó con la mirada. Comentario equivocado—. Empezaremos a turnarnos, ¿estás de acuerdo, Amelie?

Con eso consiguió que la rubia alzara la vista de su libro, una línea recta en los labios y unos ojos asesinos fueron a clavarse en Henry.

—¿Pretendes que salga de este oasis habiendo encontrado, por fin, un libro de mi agrado? —inquirió ofendida—. Eres tú el que me lo regaló.

—Porque no leías. —Respondió con brevedad, sin profundizar en el tema. Se sentó en la misma silla que Amelie había ocupado cuando Claudeen estuvo por ahí.

—Fuiste tú quien dijo que debería estar aquí más tiempo, que me la pasaba papaloteando con las Blondie. —Espetó, mirándolo por encima del sofá. Una vez que las fuerzas se le acabaron, se dejó caer de espaldas al sillón.

—Porque nunca estabas. —Abrió la carpeta dando por finalizada la conversación.

Mei pasó la mirada de Henry a Amelie. Se detuvo en un punto intermedio y negó con la cabeza. Discutían por todo. Por momentos estaban felices, convivían como gente civilizada y la siguiente vez que los veía ya estaban jalándose de los pelos. ¿Sería que todos los rubios eran iguales? Ella nunca había sentido esa afición por las discusiones. Sí, debía ser eso, era un problema de color de pelo, o eso pensó.

Se sirvió unas cuantas galletas, comió una de camino a la mesa de té. Volvió a sentarse en su silla. Mei observó en silencio a Henry, viendo el cambio de expresiones al leer los papeles que había sacado de la carpeta beige. El presidente alargó la mano y con la mirada pidió permiso para tomar una galleta, Mei le respondió con una pequeña sonrisa, acercándole el platito.

—¿Papeles de qué son?

—Información de un estudiante. —Respondió, dándole una mordida a la magdalena.

—¿Algo malo ha sucedido? No me enteré... ¡Espera! ¡No tienes permiso para eso!

Henry advirtió que la chica se inclinaba hacia adelante, le puso un dedo en la frente para evitarlo.

Soy tu cliché personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora