V. My home, sweet home

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La valentía se fue de su cuerpo y nuevamente la invadió el miedo. Recordó las sombras sobre su hermano, los ojos vacíos de la mesera...

—¿Quién... quién eres? —trató de preguntar sin mucho éxito.

—Eso debería preguntar yo —refutó él aún con los brazos cruzados y la barbilla alzada—. ¿Quiénes son y qué hacen aquí arriba?

—Yo... nosotros... —Por primera vez en su vida Aria estaba tartamudeando. La mirada de ese muchacho la intimidaba, pero también la enojaba. Le alteraba la arrogancia que había en sus ojos—. Eso no te importa. 

—Claro que me importa, este lugar es mío.

Respiró hondo, midiendo su furia y conteniéndose. Desde pequeña había sufrido ataques de ira que aprendió a controlar con la ayuda de su padre. ''Cuando creas que vas a explotar, respira profundo y cuenta hasta diez, princesa'' le decía con una sonrisa que aseguraba que todo iría bien. En momentos como este, Aria extrañaba mucho aquellos días.

—Henry —dijo casi susurrando a su hermano sin despegar la mirada del desconocido—, vuelve a la casa.

—¿Qué? Pero yo... —el niño estaba temblando como una hoja a punto de caerse del árbol. Miraba a su hermana esperanzado, porque aunque siempre se pelearan, para él Aria una especie de heroína. Los hermanos mayores siempre saben qué hacer, ¿No es así?

—Henry —repitió entre dientes—. Ahora.

Henry miró al muchacho, que desde su pequeña altura parecía un gigante. Tragó saliva y dándole una última mirada a su hermana, dio media vuelta y salió corriendo con todas sus fuerzas colina abajo. Cuando el sonido de sus pisadas se desvaneció en el aire, Aria dejó salir el aire de sus pulmones en un silbido tenso. Henry podría sacarla de las casillas todo el condenado día, pero nunca se perdonaría si algo llegara a ocurrirle.

—Bien, sigo esperando respuestas —Fácilmente el chico le llevaba una cabeza de altura, aunque no era del tipo fornido, que sus músculos parecen a punto de estallar. Debía de tener su misma edad, y al vivir en el bosque su cuerpo se había ejercitado naturalmente.

—Me llamo Aria. Estoy de vacaciones con mi familia y mi hermano, el que se acaba de ir.

—Sí, huyendo como una gallina —dijo sonriendo con sorna—. No me sorprende.

—Hey, no hables así de mi hermano... —replicó Aria señalándolo con su dedo índice, pero el chico fue más rápido que ella y la tomó por el brazo con su enorme mano. La trajo hacia sí y chocaron, con sus caras a cinco centímetro.

Pero lejos de ser algo romántico o sacado de película, lo único que Aria podía sentir con esa cercanía era el miedo carcomiendo sus entrañas.

—Por cierto, me llamo Dean.

Como Aria supuso, Dean no era muy hablador. Mientras subían camino arriba, sujetándola del brazo, no dijo una sola palabra. Aria tuvo la oportunidad de fijarse bien en su secuestrador.

Tenía la piel bronceada, no de haber estado en la playa sino de haber pasado mucho tiempo cortando árboles con el pecho al descubierto. Cabello castaño un poco largo que tapaba sus orejas y caía sobre su frente, haciendo que constantemente lo agitara con una mano. Sus facciones eran duras, pero al mismo tiempo confiables. Tenía los ojos grises, pero para suerte de Aria, no había nada raro moviéndose dentro de ellos, o alguna alma en pena atrapada.

Unos simples ojos de un simple chico.

—Bien, ¿Puedo saber a dónde me llevas? —preguntó después de un rato.

Shadowtown ©Where stories live. Discover now