32 km

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Lila estaba tendiendo las mantas sobre su cama cuando dos fuertes golpes impactaron contra la puerta de su habitación. Seguidamente, Green ingresó por ésta sin esperar invitación de la chica.

—Por supuesto, puedes pasar— Dijo ella, denotando ironía en su voz.

—¿A qué diablos se refería Brown?— Enfrentó él, sin preámbulos.

La muchacha cruzó los brazos sobre su pecho, más sus ojos no pudieron sostener la mirada de su hermano, por lo que desvió la vista y la dirigió al colchón.

—¿Con qué?

—¡Con lo de los moretones, Lil! ¡No me jodas! ¿De qué hablaba?

—De nada. Es mi problema. Después de todo es como tú dijiste, yo fui la que se separó de él, no todos ustedes.

Dando unas rápidas zancadas, el joven se posicionó delante de ella.

—Lila, por lo que más quieras, dime que él nunca te ha puesto una mano encima— Pidió, con suplicante urgencia. —Dime que él no te ha golpeado.

Aún sin poder apartar sus ojos de la cama, la enfermera sintió su garganta cerrarse, oprimida por una angustia repentina. Se esforzó por tragar saliva a través de aquel ahogo.

—Un par de veces... Nada grave— Susurró.


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Cuando Lila conoció a Derek, fue la primera vez que experimentó verdadera felicidad. Ambos asistían a la misma escuela y su noviazgo era un hito en la secundaria de su antigua ciudad. A pesar de los problemas en casa y de su errático hermano, la pequeña de los Porter había sido una excelente alumna, estimada por sus compañeros. Que se uniera al galán de la clase marcó un acontecimiento sublime en la preparatoria.

Sin embargo, aquella época expiró el día de su graduación. La vida real no era tan deslumbrante como la fantasía adolescente. Pocos años después, Derek se encontró atascado en un empleo mediocre, predispuesto a la negatividad que lo envolvía y que se encargaba de imponer en los demás. Por otro lado, Lila ponía en orden su vida, terminando sus estudios de enfermería y realizando pasantías en hospitales públicos. Ella estaba entusiasmada ante nuevas perspectivas, esforzándose en forjar un buen futuro, lo cual lograba irritar y frustrar a su novio.

La primera vez que él la golpeó, ella no se lo esperaba. Habían mantenido la relación por muchos años y nunca habían sufrido una discusión que traspasara el límite de lo normal. Esa noche, ambos se encontraban situados en el hogar que compartían en ese entonces. Hablaban del transcurso del día mientras terminaban sus cenas. Lila notó que su compañero se había excedido en la ingesta de alcohol así que intentó arrebatarle la copa de vino, provocando que el liquido cayera sobre su ropa. De inmediato, la mano de Derek impactó con fuerza contra su mejilla.

La joven quedó tiesa sobre su asiento, su expresión paralizada. Sentía el ardor potente que quemaba su rostro, y su corazón aceleró la marcha de tal forma que también lo sintió doler. Cuando las primeras lágrimas cayeron de sus ojos, su novio se arrodilló ante ella, suplicando perdón.

Incontables fueron las veces en las que Derek cayó de rodillas después de lastimarla, y todas ellas, Lila las perdonó. Pero no volvió a ser la misma. Era victima del miedo, los nervios crónicos, el tormento constante. Deseaba ponerle un fin a ello, pero se veía imposibilitada de dejar a su pareja por razones de inseguridad propia.

Finalmente, la alentó a marcharse un último episodio violento, en el cual fue arrojada por las escaleras con fría ignominia. Buscó ayuda de varios amigos para salir de aquel circulo vicioso que recorría. Hizo las correspondientes denuncias policiales y se mudó con la madre de Brown un tiempo. Aún así, el dolor seguía dentro de ella, por lo que decidió huir de allí, tal como su hermano lo había hecho tiempo atrás. Llegó a pensar que, tal vez, aquel era el único destino que la vida les deparaba a los Porter. Pidió a Green asilo en su casa y fue así como llegó a Mahogany.

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Relató cada uno de aquellos sucesos mientras Green la sostenía con firmeza entre sus brazos. Ambos se habían sentado en la cama que, anteriormente, ella estaba tendiendo. Lila mantenía su estado íntegro, más su hermano no podía eludir las lágrimas empapando su rostro.

—Hijo de su perra madre. Voy a matarlo, te lo juro, Lila. No te preocupes, yo voy a matarlo— Prometió, mientras la estrechaba aún más contra su cuerpo.

—Green, no hagas nada. Ya todo está bien. Cuando llegué aquí, hacía casi un año que estábamos separados. No intentó volver a acercarse, pero simplemente era muy doloroso para mí estar allá— Aseguró la muchacha.

—¡¿Cómo es que no me dijiste nada de esto antes?! Yo podría haberte ayudado ¡Maldita sea! ¿Estuviste sufriéndolo sola todo ese tiempo? ¿En qué pensabas?— Se separó de ella para mirarla a los ojos.

—Yo no quería...— Ella se interrumpió a sí misma, guardando silencio.

—¿Qué, Lila? ¿Por qué lo hiciste?— La abordó, abatido.

—Vimos eso en mamá y papá, es todo lo que yo conocía—  Comenzó a explicar, presa de la congoja. —Cuando me empezó a suceder a mí pensé que, después de todo, ese debía ser el único amor que existía... De todas formas no quería que nadie se enterase, menos tú... No quería que pensaras que yo era como mamá— Confesó la chica, su voz volviéndose aguda debido al llanto que en ese momento la empezaba a envolver. —Porque es lo que soy... Dijimos que ella era una cobarde por dejar que todo eso pasara... Tantos años quejándonos de nuestros padres, tantos años guardándoles rencor... ... Y ahora todo se reduce a esto. Soy justo como mamá, Green.

El piloto volvió a abrazarla.

—No digas eso. No lo piensas con claridad. Yo sí soy como papá. Fui yo el que heredó la mierda, Lil. Tú siempre fuiste diferente a nosotros. Siempre fuiste mejor... Eres la joya de los Porter, enana. Eso es lo que el abuelo decía ¿Recuerdas? Jamás pienses lo contrario— La consoló.

Tras esas palabras y unos segundos de silencio, Lila logró calmar su pesar. Cesó de llorar, tomando varias respiraciones profundas. Por fin, sus labios esbozaron una débil sonrisa contra el pecho del muchacho.

—El abuelo lo decía porque yo era mejor que tú en las carreras— Se burló, aunque su voz sonó afectada debido al lamento anterior.

—No exageres, eso no es cierto— Su hermano sonrió. —He tenido mucha práctica los últimos años, lo sabes. Aunque hace mucho no corremos uno contra otro, quizá deberíamos probarlo de nuevo.

La joven se irguió, incorporándose en el colchón. Su expresión delataba la sorpresa que le había causado la proposición de su acompañante.

—¿Hablas en serio? ¿O me lo dices sólo porque ahora estoy llorica?

—Lo digo porque quiero verte feliz, boba. Es todo lo que espero para ti... Podemos salir una de estas noches y...

—¡Sí, sí sí!— Ella desbordó entusiasmo en su exclamación. —¿Cuándo? ¿Será esta semana? ¿Me dejarás escoger el coche? ¡Por favor, que sea un Toyota!

—Ya, controla tu caja de velocidades, enana. Baja a primera y escúchame; debemos ser cuidadosos.

Los dos transcurrieron la madrugada entre charlas y risas, ideando la carrera que tenían por delante. La enfermera se percató de que no había compartido un momento como ese junto a su hermano desde que tenía quince años y, con gusto, rememoró que aquello era lo que más amaba en el mundo.

De repente, mientras Green bromeaba y anotaba posibles circuitos, Lila fue muy consciente de los ramos de flores que los rodeaban, adornando la sala. Entonces, el sentimiento de culpa empezó a pesar en su interior, tanto que creyó no poder aguantarlo por mucho tiempo más.


-TatianaRomina

ClandestinosWhere stories live. Discover now