28 km

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Cuando Green se marchó a las carreras esa noche, Lila estaba descansando en su habitación. Su extenso turno había concluido pocas horas atrás y lo primero que había hecho al llegar a la casa había sido recostarse en su cama para recuperar el sueño perdido. Despertó al oír el sonido del automóvil acelerando por el pavimento que enfrentaba su ventana. Se removió en el colchón con pereza y tomó su teléfono celular para revisar la hora.

Brown aún se encontraba en la clínica siguiendo los cuidados intensivos requeridos. Aún sabiendo la brillante competencia con que los médicos de allí ejercían su profesión, Lila se inquietaba al no ser ella quien atendiera a su sobrino.

Abandonó la cama para dirigirse al baño, tomando una rápida ducha, ansiosa por poder hacer un llamado a la clínica solo para constatar el estado de Brownie. Decidió vestirse para salir al frío que la esperaba en el exterior, pensando que quizás debía ir a echarle un vistazo al niño. Sabía que el mismo se encontraba estable, lo había ratificado ese mismo día, sin embargo dejaba que la preocupación la guiara.

En el mismo instante que estaba calzándose sus zapatos, el teléfono de la sala sonó, provocando que la chica se sobresaltara. Corrió escaleras abajo, con miedo de que esa llamada entrante fuera de la clínica, anunciando alguna complicación en su sobrino. Descolgó el auricular y respiró profundamente, tomando el aire que su precipitada carrera le había quitado.

—¿Hola?— Nadie respondió. —¿Hola?— Repitió.

—Lila... ¡Hola!— Saludó una profunda voz masculina.

Derek descubrió a Lila con la guardia baja. La sorpresa la golpeó, impidiendo que alguna palabra saliera de sus labios, por lo que él continuó el habla:

—No puedo creer que seas tú.

La enfermera suspiró, esperando que los nervios alterando su cuerpo la abandonaran en aquella exhalación.

—Lo soy.

—La verdad, me alegra oírte— Su tono delataba la sonrisa en sus labios, aún cuando su interlocutora no podía verla, lo conocía lo suficiente para saberlo.

—Sí, bueno... ¿Qué se te ofrece?— Ella fue tajante.

—Necesito hablar con tu hermano. Estoy teniendo problemas con mi coche y pensaba que él podría orientarme para arreglarlo.

—Green no se encuentra en este momento, pero le haré saber que llamaste.

—Gracias, Lil. ¿Cómo estás tú?

—Tengo que irme— Lila detuvo con aspereza cualquier intento de conversación. —Adiós.

Colgó el teléfono y, mientras lo hacía, notó que su mano temblaba. Entonces fue consciente de que el resto de su cuerpo también estaba siendo sacudido por aquellos espasmos nerviosos.

De repente, la luz emitida por los focos no era suficiente para disipar la oscuridad de la noche. Ésta se exhibía por las ventanas, dándole un aspecto siniestro al paisaje detrás de ellas. La joven sentía que aquella negrura intentaba entrar en la casa con la intención de consumirlo todo, y eso le provocaba inquietud.

El miedo gestado en su interior la impulsaba a escapar. Tenía que huir de ese lugar, tal como había huido de su antigua ciudad... era todo lo que sabía hacer.

Volvió a su habitación solo para tomar un abrigo ligero y pensar a dónde iría. No podía aparecer en la clínica con sus sentidos desequilibrados, no podía permitir que sus compañeros la vean alterada, mucho menos su pequeño sobrino.

El timbre de la casa produjo un fuerte estruendo. Al oírlo, el corazón de Lila se aceleró de forma tan brusca que pudo sentirlo latir en su garganta. Por un minuto, creyó que Derek estaba allí, pero fue otra persona la que habló:

ClandestinosWhere stories live. Discover now