Capítulo 28

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Marion esperó temblando y con la cabeza gacha a que Lady Clarisse dijese algo en la sala privada.

Pero ella se había quedado callada, concentrándose en mirar por los ventanales de la estancia, seguramente tratando de asimilar la verdad perturbadora de cual se había acabado de enterar.

No, esto no lo podía soportar más—pensó Marion y fue por eso por lo que decidió cortar ese infernal silencio, antes de volverse loca:

De veras siento todo esto, lady Clarisse...—le dijo, provocando que la dama anciana se girara y la mirara con los ojos azules, llenos de decepción.

—Solo quiero saber una cosa, Marion—susurró Clarise con sumo dolor. —¿Por qué? ¿Por qué razón Stephen y usted nos hicieron esto?

Marion se llevó una mano a la cara y con voz apenas audible contestó:

—Yo nunca quise lastimarlos, excelencia...ni tampoco nunca pretendí venir aquí a su mansión tan decente. Solo sé que una tarde abrí los ojos y ya estaba instalada en una de las habitaciones. Como les dije en la mesa: Stephen decidió traerme porque yo necesitaba la atención médica y bueno luego decidimos que me iría cuando estuviese recuperada, pero al final no me fui porque se presentaron miles de circunstancias.

Clarisse cerró los ojos al recordar que ella misma, en una ocasión, había metido la mano para provocar una de esas miles de circunstancias, cuando había pedido a Kleith que le dijese a Stephen que no se la podía llevar porque estaba anémica.

Sí, había cometido un error garrafal, pero increíblemente no se arrepentía.

La muchacha que tenía en frente fuese quien fuese, había conseguido ayudar a Stephen. —pensó llevándose una mano a la frente, afligida.

—Así que no es un invento lo del balazo que recibió—comentó Clarisse.

—No, mi lady—contestó Marion de inmediato y explicó: —Solo que no fui baleada aquella noche que me trajo Stephen a la casa. El disparo lo recibí meses atrás y la herida se me había infectado por trabajar en exceso. Fue por eso que cuando él me sacó del lugar donde estaba, me le desmayé en el carruaje.

—Cuando dice el lugar donde estaba, se refiere al burdel ¿no? —preguntó Clarisse, lentamente.

Marion bajó la cabeza, avergonzada y contestó:

—Sí, mi lady. Me refiero a ese lugar.

Clarisse asintió y los ojos se le llenaron de lágrimas, entonces luego de otro largo silencio, dijo:

—¿Sabe Marion?, solo hay un día que se puede comparar a como me siento hoy—hizo una pausa y cuando tuvo los dos grandes ojos verdes de la joven, mirándole fijamente, continuó: —Y ese día no es otro que el 19 de agosto de 1810, cuando me enteré de que Evangeline se había suicidado y había dejado a mis tres nietos huérfanos.

Marion triste, por la confesión de la anciana, iba decir algo, pero la duquesa con una mano la detuvo para poder seguir:

—Perdí a un esposo antes de aquella desgracia, Marion, pero siempre me he considerado una mujer fuerte y seguí adelante por mi hijo Demeter. No se imagina la alegría que sentí cuando él conoció a una joven encantadora a la que después llegué a querer como mi hija, porque me dio la dicha de ser abuela de tres nietos. —a lady Clarisse le falló la voz en este punto y luego de hacer una pausa siguió—Y también imagínese como me dolió cuando me enteré de que esa hija adoptiva que tanto amaba había enloquecido y le había puesto fin a su vida, dándose un tiro en la cien.

<<Fue horrible, Marion. No se cómo pude aguantar después, el dolor de verla en un cajón. De ver también a mi hijo Demeter ahogarse en al alcohol y a mis nietos reaccionar, terriblemente cada uno a su distinta forma. Luego de ese día que se desencadenó toda esta desgracia, pedí a Dios no volverme a sentir así de doblegada por algo, pero este golpe de hoy se asemeja tanto, o quizá lo supera. Yo había empezado a adorarla, Marion. Pensé que usted era la correcta para mi nieto, jamás me imaginé que la relación de ambos en trasfondo fuese tan sórdida.

La diosa del deseo, COMPLETAWhere stories live. Discover now