Capítulo 9

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Al día siguiente muy temprano Marion recibió la visita Madame Sinclair en la sala de visitas de la mansión. La modista, mientras le tomaba medidas, le enseñó varios bocetos de vestidos para ver cuales ella elegía, Marion eligió unos cuantos...pero cometió el error de mencionar algunos detalles que quería que les incluyera a los diseños.

—Chérie veo que usted sabe de modistería —le comento, impresionada, la elegante francesa, delante de lady Clarisse que en ese momento se encontraba ahí en esa sala acompañándola, al igual que Esther.

—Eh...si...se algo—dijo Marion, nerviosa porque no sabía que fuesen a pensar de ella ante el descubrimiento.

—Qué extraño...no es usual que damas tan elegantes como ustedes sepan de este oficio. —soltó la mujer, quien pensaba que ella pertenecía al grupo de damas de sociedad, como Esther y la duquesa.

—Zoila, querida, ya te conté que Marion viene del campo y allá las normas de sociedad son distintas—se apresuró a acomodar la duquesa, llamando a la modista por su nombre de pila.

Madame Sinclair hizo un gesto de no estar convencida, pero comentó cambiando el tema:

—Bueno lo cierto es que esta niña está muy linda—se dirigió a Marion y le preguntó:—¿Querida y ya la presentaron a la reina para entrar a la sociedad de aquí? Conseguirías esposo rápido con esa cara.

Marion no supo que contestarle a la mujer, miró a la duquesa como pidiendo auxilio, pero quien se lo dio fue Esther:

—No hay apuro por casarla con nadie, Chérie. Aún le estamos enseñando las reglas de Londres.

Zoila chasqueo la lengua, siguió tomando mas medidas y sin saber que iba meter la pata hasta el fondo, soltó:

—Es una lástima que el duque ya está comprometido...sino haríais bonita pareja con él.

Esther y Clarisse quienes estaban en un silloncito rococó, observando el servicio de la modista, se quedaron pálidas, mientras que Marion tardó en procesar la información.

—¿Dice usted...que él duque está ...comprometido? —preguntó lentamente como en trance.

—Claro querida...eso todo el mundo lo sabe...

—Zoila—cortó la duquesa con advertencia a la modista, mirándola significativamente. Entonces por esa mirada la francesa se dio cuenta que había cometido una indiscreción y se llevó las manos a la boca.

—Oh...eh...bueno, pero no se preocupe...usted es muy bonita y puede capturar a cualquier otro caballero...uno quizás hasta más guapo—dijo apresurada y roja de la vergüenza Zoila Sinclair, tratando de aligerar la tensión del ambiente.

Entonces cuando se dio cuenta que lo que seguía hablando la sepultaba más, optó por la escapada y anunció: —Bueno, ya tomadas las medidas me retiro. Que tengan buenos días. En pocos les estaré entregando los vestidos.

—Te acompaño —dijo la duquesa, quien necesitaba hablar con Zoila para que no contara lo que acababa de presenciar.

Marion por su parte se sentó como un autómata en una silla de la estancia y ni se dio cuenta de las mujeres que salieron de la sala.

Vino a caer en cuenta que estaba sola con Esther cuando esta le habló.

—Esto era lo que no quería. Por eso te hice la advertencia de que fueses con cuidado con Stephen—le dijo ella quien se sentó a su lado.

Marion no contestó nada, lo que hizo fue seguir mirando al vacío.

Esther juró que iba zarandear al tonto de su hermano, por provocarle ese estado.

La diosa del deseo, COMPLETAWhere stories live. Discover now