Capítulo 24

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Marion trató de no hacer ruido al entrar al establo donde estaba metido Stephen.

Él se había levantado primero esa mañana y la había dejado sola, durmiendo en el cuarto. Ella se había sentido preocupada cuando al despertarse se había dado cuenta de esta situación y temió que se le hubiese escapado, pero luego Igly había entrado a la habitación y le había contado que él se encontraba en las caballerizas, atendiendo a su caballo.

Siguió acercándose. Él se encontraba de espaldas y ella aprovechó para mirarle el bello trasero enfundado con unos pantalones oscuros. Se mordió los labios, derretida. Mmm era tan hermoso ese hombre que no entendía como esa maldita mujer podía disfrutar golpeándolo.

Dios, cada tramo de su anatomía tan era divino que era un crimen tan siquiera pensar en darle un empujón.

Frunció el ceño cuando vio que le ponía la silla de montar al caballo.

Así que pensaba salir otra vez sin ella.

Ja, eso no lo iba permitir.

Es más, no le iba permitir que se fuera a alguna parte.

Stephen aún no había reparado su presencia; mientras amarraba la silla a Thor su caballo blanco con negro, estaba absorto pensando en su situación Marion. Le había dolido dejarla sola dormida, pero había sido necesario porque había tomado una decisión: se iba un poco.

No se sentía bien acostándose con ella porque cada vez que acababa todo el encuentro sexual él quedaba vacío, añorando algo más. Él ansiaba cariño, amor y confianza de parte ella, pero nada de eso tenía. Para Marion no era más que su cliente; un hombre al que tenía que complacer sexualmente nada más. Ella no lo veía como un hombre al que amar, ya que ese sitio estaba ocupado por otro que había llegado primero que él. Un maldito infeliz que...

Stephen perdió el hilo de sus pensamientos cuando sintió dos delicadas manos, de uñas largas, taparle los ojos. Había una mujer detrás de él. Era Marion.

No fue difícil adivinarlo porque cada vez que la tenía cerca se le disparaba el corazón violentamente y se excitaba como si no hubiese tenido sexo en años.

—Adivina quién soy— escuchó que le susurró ella al oído, con una voz que prometía placeres pecaminosos.

Él no le contestó, lo que hizo fue darse la vuelta para quedar frente a ella.

—¿Qué haces aquí, Marion?— le preguntó con cierta brusquedad, mirándola de reojo. Estaba bellísima como siempre. Llevaba puesto un vestido azul de muselina estilo V en el escote y a juego tenía bonete que la hacía parecer una muñequita.

Marion seductora le batió las pestañas, se metió un dedo en la boca en un gesto sexual y luego le contestó:

—Vine a hacerte una invitación.

Stephen se sintió mareado ante su descaro. Oh dios, era una maestra para enloquecerlo aquella bruja con cara de ángel. ¡No! No podía tocarla— se dijo, mientras le daba la espalda otra vez.

Tocarla le hacía daño. Lo destrozaba. Pensar que era el segundo en su vida lo hacía desear suicidarse.

—Voy a salir, Marion— le informó, mientras se apoyaba en el caballo —Lo siento, pero tengo que atender unos asuntos importantes.

—Si ya me di cuenta que te vas— dijo ella al tiempo que lo abrazaba desde atrás. Luego lamiéndole la oreja le sugirió: — Pero tal vez puedes hacer cambio de planes y quedarte conmigo, mi Teph.

Él corazón de Stephen se encogió al escuchar el apodo cariñoso que le pidió la noche anterior."Teph" eso sonaba hermoso, pero era un espejismo. Ella no se lo decía de cariño, solo se lo decía para dominarlo. Él mismo, como idiota, le había dado más armas para que lo manejara a su antojo. Nunca debió pedirle que le acortara el nombre. Eso era algo que debía nacer de ella.

La diosa del deseo, COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora