Capitulo 31

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La puerta volvió a abrirse y pensó que seria otra vez el estúpido de Thomas Lynch para seguirle vendiendo el cuento barato de "Quería saber como estabas..."

¿Cómo se había enterado ése, de que estaba en el hospital?

Entonces vio a sus padres.

—¡Gracias al cielo que son ustedes! —Quiso abrir los brazos con rapidez, pero se dio cuenta de que lo hacía como en cámara lenta.

—¡Celine!

Lily fue la primera en abrazarla. Depositaba besos con urgencia en las mejillas de su hija, aún sin poder creer que ella estaba despierta.

Celine no pudo contener las lágrimas al ver que su padre lloraba, mientras la rodeaba con esos brazos que siempre la hicieron sentir protegida.

No supo por cuanto tiempo estuvieron abrazados los tres. De hecho la castaña no tenía mucho sentido del tiempo en esos momentos. Aún cuando veía por la ventana que era de día, no podía ni siquiera aventurarse a decir si era de mañana o tarde.

—¿Qué... p-pasó?

—Tuviste un accidente.

Su padre tomó asiento a su lado, y le miró preocupado. Celine conocía perfectamente esa mirada. Algo pasaba además de lo de su accidente. De repente en su pecho se instaló un sentimiento inexplicable.

—¿P-pasó? —Preguntó otra vez, esta vez mirando a su madre.

—No creo que sea el momento —dijo Lily—. Ahora lo que importa es que estás bien. Harán un par de estudios más y quizás puedes salir muy pronto de aquí.

La castaña se limitó a lanzar un suspiro. Volvió la vista hacia las palmas de sus manos, y se dio cuenta de que tenía un par de cicatrices. Cerró los ojos tratando de recordar el accidente, pero después de unos minutos se dio por vencida.

—G-greg.

—Él no va a venir. —Contestó Jonathan.

—¿P-po-or qué?

—Porque no, Celine —Lily le tomó de la mano—. Te explicaremos todo, pero hoy no es el momento adecuado.

Cerró los ojos, porque estaba cansada, pero no tenía ni una pizca de sueño. No supo si era por lo agitada que estuvo todo la tarde, con doctores y enfermeras entrando y saliendo de la habitación, tomando muestras de sangre, haciéndole preguntas absurdas, pasándola de una camilla a otra, para llevarla a hacer resonancias, y ultrasonidos.

De momento, el pronóstico era favorable. Después de un largo tiempo en coma, solo tenía perdida de memoria y atrofia muscular. Cuando miró sus piernas, éstas estaban muy delgadas, al igual que sus brazos y manos. Eso explicaba la poca fuerza que tenía para moverse.

Abrió los ojos cuando escuchó un suspiro junto a ella. Era su madre, quién estaba plácidamente dormida en un silloncito junto a la ventana. Su papá estaba en la silla, en la que Thomas Lynch estuvo horas antes, pero él si estaba despierto y la miraba en ese momento con una sonrisa.

—No me vas a decir nada, ¿cierto? —Pronunció las palabras con una lentitud apabullante.

—¿Qué esperas que te diga?  —Jonathan se inclinó un poco hacia su hija.

—¿Por qué primero entró Lynch a verme y no ustedes?

—¿Por qué crees tú? ¿Te haces una idea?

A la castaña le dio un escalofrío.

—¿Somos amigos?

—Si —confirmó con una extraña sonrisa—. Es tu amigo.

—No entiendo...

No había una explicación coherente.

—Puede que no lo entiendas de momento, pero con el tiempo, espero que lo hagas.

Amor en manos enemigas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora