Capitulo 10

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Siempre hay la posibilidad de que el primer día de trabajo se vaya volando o por el contrario, sea terriblemente lenta y angustiosa. Es normal sentir nervios, timidez y demás, pero para Celine era un poco de ambas, mezclada con deseos y venganza y arrepentimiento. Al día siguiente le esperarían un mar de pendientes. Llamadas por hacer, citas que concertar, y una reunión con una aseguradora. Pero ese primer día, estaba segura de que no lo olvidaría nunca.

Se tapó la cara con ambas manos, mientras soltaba una risa nerviosa; todo parecía tan irreal. El solo recordar lo bipolar de su almuerzo con Tom, la hacía sentir como si no tuviera sentido común. Entonces recordó que todavía tenía que cenar con él. Quiso llamarle por teléfono, pero no recordaba el número de su oficina y jamás intercambiaron números del celular. Decidida a comunicarse con el rubio, tecleó el nombre de su bufete en el buscador de internet, justo cuando anotaba el número en un pequeño bloc de notas con el logo de la fundación, su celular sonó.

—¿Diga?

—¿Ya estás lista? —Preguntó la voz.  ¿Quién más arrastraría sutilmente las palabras?

Sólo Thomas Lynch.

—¿Cómo es que tienes mi número?

—El otro día me diste tu currículo, ¿recuerdas? De ahí lo saqué —explicó tranquilamente—. ¿Y bien?

—De hecho estoy saliendo de la oficina. —La castaña se puso de pie inmediatamente.

—Perfecto, entonces te veo afuera. —Y sin decir más colgó.

La vería afuera, ¿de dónde? ¿Del restaurante? ¿De la oficina?

No tuvo que seguir preguntándose mucho sobre eso, pues el auto de Tom estaba estacionado justo afuera.

Bajó lentamente el vidrio de la ventanilla, mientras que Celine se acercaba.

—¿Te sigo? ¿Me sigues? —Preguntó ella.

—Te vas conmigo —Celine lo miró con una ceja enarcada— . Alguien me debe una disculpa, ¿recuerdas? —Entonces abrió la puerta y salió del auto.

La rodeó con un brazo y suavemente la condujo, hasta abrirle la puerta del pasajero.

—¿No se te complica tener que regresar hasta acá para recoger mi auto? ¿Debería temer por mi vida?

El rubio soltó una risita.

—A tu auto no le pasará nada. Además puedo llevarte a tu casa y mañana pasar por ti para llevarte al trabajo. —El rubio cerró la puerta.

Celine se limitó a mirar el tablero color negro. Tenía una seguridad del cien por ciento, de que estaba roja como un tomate.

—De verdad lamento mucho lo que sucedió hoy con mi madre. —El rubio puso en marcha el auto.

—No sabía que estaba al tanto de que tú y yo, tuvimos nuestras diferencias.

—En parte es porque yo alguna vez, quizás... Dije algo no muy agradable.

—Ah, ya veo —la castaña estaba algo sorprendida—. Bueno, quizás yo también dije algo parecido. Un par de veces. —Se encogió de hombros y lo miró con una sonrisita nerviosa.

—Vaya, vaya. Estamos a mano, entonces.  —La miró brevemente con el atisbo de una sonrisa.

El resto del viaje hasta la cafetería, fue más que tranquilo y normal. Celine aprovechó que un semáforo marcó alto, para guardar el número de Tom en el celular. Era extraño ver ese nombre entre la lista de sus contactos, pero se dijo a si misma que tendría que acostumbrarse... o quizás no tanto.

Amor en manos enemigas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora