12. Culpa

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Si me pudiera ver en un espejo seguramente me vería tan blanca como una hoja de papel.

El miedo me tenía atada al suelo, me reprimía y me agobiaba a cada segundo que pasaba.

— ¿No me vas a contestar?— la voz de Micah resonó por todo el lugar provocando que temblara ligeramente— ¡Habla!— su grito vino acompañado de un jalón a mi pierna, grite con todas mis fuerzas mientras me arrastraban por el piso.

— ¡Suéltame, suéltame!— grite mientras mis manos resbalaban sobre lo que parecía una alfombra.

—De acuerdo— y con eso él me levanto por la pierna y me tiro contra una pared, el aire escapo de mis pulmones y me dejo jadeando en lo que creía que era el suelo.

— ¿Por qué?— dije entre jadeos, no encontraba la razón para que me atrapara y atacara.

—Me dijiste que te soltara, más bien lo gritaste— se burlo de mi pregunta.

— No me refiero a eso y tú lo sabes— dije mientras miraba a todos lados aunque lo único que alcanzaba ver era pura oscuridad.

— ¿Enserio?— siguió burlándose, para ese punto quería ponerme a llorar pero cambie ese plan para ponerme en pie e intentar ubicarme… para intentar ubicar la puerta— ni lo intentes— sentí su respiración en mi nuca y me voltee rápidamente pero por alguna razón sabia que él ya no estaba ahí.

— ¡Responde cobarde!— grite, el miedo haciéndome un nudo en la garganta.

— Esta bien— un chasquido de dedos se escucho en el lugar y segundos después una luz me cegó. Abrí uno de mis ojos y me quede helada en el lugar.

Estaba rodeada de nauseabundos monstruos con alas de murciélagos del tamaño de una persona, garras de colores purpuras y azules y ojos tan rojos como la sangre bailaban en mi mirada mientras me sentía desfallecer. Solo un rostro no era como el de ellos y ese era el Micah.

—Lo hacemos por diversión— sus ojos negros me observaron con diversión.

Mi mirada se enfoco en diferentes lugares del lugar en un solo segundo. Nos encontrábamos en un lugar tan amplio como la planta baja del ala mayor, nada más que las escaleras y el suelo de este lugar estaban cubiertos por una alfombra roja mientras que todas las paredes estaban pintadas en negro.

Los híbridos mitad demonio estaban de pie, al lado de las escaleras, colgando de la lámpara estilo araña del techo y agachados en las ventanas del lugar.

—No le miro lo divertido a esto— combatí mi miedo para contestarle. Él me miro y me sonrió para luego acercarse a mí.

—Eso se debe a que la diversión no ha comenzado Anya— agarro mi barbilla con su dedo índice y pulgar y apretó con todas sus fuerzas. Gimotee bajo la presión de su agarre.

—Suéltame— dije entre sollozos.

— Tranquila cariño lo hare pero con una condición— dijo él mientras llevaba su rostro más cerca del mío, de su boca salía un olor  tan repulsivo como el del azufre— primero tienes que jugar a escaparte de nosotros por un rato y luego te dejare ir.

—No tengo ninguna razón para seguir con tu retorcida idea— respondí.

—Claro que la tienes— me forzó a mover mi rostro a mi derecha, al principio no entendí que me estaba mostrando pero luego de un momento mi mirada se enfoco en la pequeña figura de Kenzie.

Una mujer de garras purpuras, cabello rojo y cola de lagarto la tenia presa entre sus escamosos brazos, conocía a esa especie eran mitad demonio, mitad sirena.

Escuela de híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora