Planes...

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Luego de la celebración de acción de gracias, exactamente dos días después, Irish y Potter desayunaban juntas.

-¿Irish? -Preguntó Potts un poco insegura.

-¿Si?

-Tengo que hablar contigo y lo sabes, ¿verdad? –Potter le dijo a su amiga

-Yo también tengo que hablar contigo, Potts

-Bien, comenzaré yo.

-Vale –Dijo Irish metiéndose un trozo de fruta gigantesco en la boca.

-El otro día, cuando estábamos en el restaurant y fuiste a hablar sola con Josh… -Mientras Potter decía esto, Irish se apresuraba a masticar para hablar –No estaban hablando de nada del restaurant, ¿verdad? Hablaban de Erick.

Potter miró a Irish en espera de una respuesta

-Sí, pero no podía sacar a Erick de allí y hablar con ustedes dos, porque se hubiese dado cuenta

-Lo supuse… ¿Hasta cuándo lo vas a tener sufriendo, I?

-Te puedo asegurar, Potts, que él no sufre solo, me está haciendo pagar a mí también por el mes de abstinencia… Se presenta todos los días en el restaurant, me tortura con sus besos y caricias y luego se va así sin más.

Potter rió fuerte, pero Irish la miraba seria

-Disculpa, pero es que la situación es muy graciosa si lo ves como un tercero fuera de la ecuación

-Lo es, lo sé… ¿Por eso pusiste esa cara cuando entramos? ¿Pensaste que te estaba excluyendo o algo así?

-La verdad es que sí, pensé que de nuevo era como cuando te fuiste y que había cosas que no me estabas diciendo

Ahora fue Irish quien rió

-Y yo pensando que estabas celosa o alguna cosa loca por el estilo

-¿Qué? ¿Estás loca? Yo confío en ti, en Tai y en Dharma ciegamente, I…

-Y yo en ustedes, como en nadie más.

-¿Qué estarán haciendo nuestras amigas?

-Dharma debe estar jugando a los conejos y Tai… Bueno, ella me preocupa.

-Sí, a mi también, pero hay que apoyarla como se pueda y darle espacio para que ella misma pueda recomponerse. Siempre he pensado en Tai como en un fénix, ¿sabes?

Irish sonrió.

-Eso es lo que ella es, Potts.

*****

Diecisiete días habían pasado desde acción de gracias y desde que Dave había puesto en marcha el plan “reconquista”. Se empeñó en llenar la vida de Tai, incluida su oficina, de rosas azules. Se las dejaba en todas partes y siempre acompañadas de algún poema. No se daría por vencido hasta que la agente le perdonase el arrebato que había tenido y que lo había hecho comportarse como un cerdo.

También fueron diecisiete días en los que iba de bar en bar, con la mirada triste y ausente, bebiendo de más, temiendo que ella no lo perdonase nunca. Se estaba jugando la vida en este punto, al menos esa era la sensación que tenía.

Tai encontraba las rosas azules en todos lados, en el parabrisas de su carro, en la puerta de su oficina, un niño se la traía mientras caminaba por la calle, en el departamento y hasta en el sitio donde compraba el café, siempre encontraba que su café, tal como ella le gustaba estaba servido y pago esperando por ella junto con una rosa azul…

Este gesto, por tantos días consecutivos siempre venía acompañado de un mensaje de texto con la pregunta: “¿Me perdonas vengadora?”

Nunca respondía el mensaje, pero sonreía cuando le llegaba.

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