Capítulo 13: Varados en medio de la nada

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-Tengo hambre –comenté.

-¿Pedimos una pizza? –ofreció Alex.

-Sería estupendo, estoy muriendo –reí.

Seguíamos en su departamento pero esta vez ya había vuelto la luz, no era muy tarde, eran las ocho de la noche. Alex se dirigió al teléfono de la sala y lo escuche pedir una pizza mediana de pepperoni.

Regresó a la cama y se acostó al lado de mi, estábamos viendo la televisión otra vez hasta que sonó el timbre y supimos que era la pizza.

-No he buscado el dinero –dijo Alex hurgando con desesperación por los cajones.

-Yo iré por ella.

Me dirigí a al ascensor esperando que se abriera y justo cuando lo hizo vi la caja de la pizza pero quien la sostenía era lo que me había sorprendido.

-¡Paul! No sabía que trabajabas –dije.

Paul no me había respondido, se había quedado mirándome fijamente y hasta después me percate de que era porque solo traía una camisa, y era la de Alex, no me cubría casi nada. Alex llegó con el dinero y también se sorprendió al verlo.

Paul seguía sin hablar solo miraba nuestra ropa perplejo, Alex llevaba su camisa desabrochada y los dos nos veíamos en una situación muy prometedora debido a nuestro aspecto.

-Hey, Paul –Alex lo saludó- Qué coincidencia.

Me sentía algo avergonzada.

-Mm… Si –dijo él entregándonos la pizza.

-¿Te quieres quedar un rato? –le preguntó Alex.

-No puedo, tengo trabajo que hacer. Ustedes… Sigan en lo suyo. –dicho esto Alex le pagó y él se marchó rápidamente.

-¿Siempre es así de raro? –me preguntó Alex después de que se fuera.

-Conmigo no es así. –le respondí.

Después de comer y entretenernos un rato, Alex me llevó a mi casa, se quedó otro rato conmigo y se fue.

Al día siguiente tenía planeado volver a ver a Alex, entonces me cambie y me dirigí a su casa. Cuando las puertas del ascensor se abrieron él me recibió con un dulce beso.

-¿Qué haremos hoy? –pregunté entusiasmada.

-Me acompañaras a comprar unas cosas, al otro lado de la isla.

-¿Al otro lado de la isla? –pregunté- ¡Eso está muy lejos!

-Lo sé, pero para eso existen los autos.

Tenía razón. Casi nunca iba al otro lado de The Rocks, prácticamente no era una isla pequeña, parecía mas bien un país. Era demasiado grande y solo había estado muy pocas veces del otro lado, pero no había casi nada por allá. Me preguntaba que quería ir a comprar.

Pasaron varias horas para llegar al otro lado de la isla, estaba muy desolado por allá.

Llegamos hasta un pequeño taller, era azul y tenía una tienda al lado con accesorios para autos y todo ese tipo de cosas.

En ese momento me acorde de mi auto que aun seguía en el taller, ¿qué rayos le estaban haciendo? Se habían tardado demasiado, pero tendría que esperar por su llamada.

Entramos al pequeño lugar y vi a un hombre de tez morena debajo de un auto gris, salió de ahí abajo y al instante que vio a Alex lo saludó como si hubieran estado esperando ese momento.

-Tanto tiempo sin verte, muchacho –dijo sonriendo- Y, ¿quién es esta hermosa señorita? –preguntó percatándose de mi presencia.

-Mi novia –contestó Alex con orgullo.

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