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Sierra llegó a su casa luego de una larga práctica de animadoras, debía mejorar si quería mantener su beca en artes dramáticas. La graduación sería en menos de una semana y eso le ponía nerviosa, iría a la universidad y todo cambiaría. Ya no vería a sus amigos a cada rato, tal vez sólo a Angela porque estarían en la misma facultad lo que significa que compartirían algunas clases juntas. Pensándolo bien, no estaba tan mal, el único problema era lo que pasaría con Alan.

Luego de que ella le dijo que lo quería, él no se le había acercado, parecía que huyera de ella, ¿Acaso cupido no podía enfrentarse a la realidad?

—Alan. —Le dijo llegando a él en el parque, sabía que lo encontraría allí con su perro. —Has estado huyendo de mí.

—No huyo de ti Sierra. —Le dijo sin mirarla. —Sólo intento marcar la distancia que debo, ¿No era eso lo que decías antes? Ya sabes, cuando me rechazaste hace tres años.

—Alan—Le dijo, el rubio rió.

—Soy poco hombre para ti, no te gustan los chicos de mi clase ¿No es así? Soy tan equis en la vida que ni siquiera te importa saber mi nombre. —Le dijo repitiendo las mismas palabras que ella le había dicho. — ¿No es eso lo que decías? Si creías eso de mí, ¿Qué haces hablándome ahora?

—Alan, escúchame. —Le dijo. —Si yo te contara lo que sucedió, nada de esto estaría pasando. Sólo hablemos ¿Sí?

—Disculpa Sierra, pero no soy popular, así que no puedo hablarte, no puedo mirarte—Dijo con una risa falsa. —Ni siquiera pensarte.

—Deja de hacer eso. —Dijo con un nudo en la garganta.

— ¿De hacer qué? ¿Tratarte como me tratabas a mí? —Le respondió. —No voy a caer en tus juegos Sierra, no otra vez. Por favor aléjate de mí y déjame ser feliz.

—Puedes ser feliz conmigo.

—No ahora, Sierra.

Demuéstrame tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora