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Alan hablaba con Nina cuando Sierra llegó. —Escucha ricitos de oro. —Le dijo, Nina rió por el comentario, la castaña la miró. — ¿Por qué en vez de reírte no te vas y me dejas sola con él? —La morena asintió y decidió irse. —Ya sé por qué me ayudarás.

— ¿Ah sí? Dímelo.

—Conozco al feje de tu madre. —Alan la miró. —El Sr Prescott ¿No es así? —Ella sonrió. — ¿Qué crees que sucedería si un día él decide despedir a una de sus abogadas?

—No eres capaz de hacerlo.

— ¿Me estás retando? —Alan lo pensó ¿Y si era cierto? — ¿No quieres que tu mamá pierda su trabajo por tu culpa o sí?

— ¿Qué quieres de mí?

—Me vas a ayudar a que todo el mundo me vea como una buena persona.

—Y que gran comienzo tienes, al amenazar a un chico para que te ayude.

Sierra sonrió y lo tomó de la mano llevándoselo hasta el campo de futbol. —Quiero que hagas un plan, iré hoy a tu casa para discutirlo. Me quedaré a cenar así que pide una pizza con pepperoni y extra queso, ¿Entendiste?

— ¿Acaso te crees la Reina de Inglaterra?

—Te veo a las cinco. —Sonrió y se despidió del rubio besando lentamente su mejilla y se marchó dejándolo atónito por aquel hecho.

Demuéstrame tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora