Capítulo 32

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Un hermosa pieza para acompañar el capítulo si lo desean.

Hace seis años.

—¡Eloise, apresúrate, Marval cerrará la puerta y nos quedaremos de nuevo afuera!

—¡Ya voy! ¡Ya voy! —Tomé el último libro que necesitaba del casillero y lo cerré con un estrepitoso golpe. Vi la cabellera castaña de Melanie y salí corriendo a la par con ella.

Nuestras furiosas pisadas se escuchaban por los amplios y vacíos pasillos. Ya íbamos tarde, no íbamos a lograrlo a tiempo,  y todo por quedarnos pegadas con una estúpida revista en la biblioteca. Cuando levantamos la vista de ella lo único que vimos fue completo desalojo, lo que significaba que ya estaban entrando a clases y lo que se reducía a nosotras con otra queja de parte de Marval, la profesora de química.

—Estúpido e interesante test de amor, —lo insulté en un susurro mientras seguía corriendo por las escaleras. Al menos estábamos a punto de llegar.

O eso creía. A lo lejos, observé como un grupo de cuatro chicos venían en dirección contraria. Pensé que se abrirían paso, pero en sus caras vi diversión y en cambió se abrieron en toda la extensión del pasillo dejando un pequeño espacio entre ellos. Sabía que podía pasar por allí, pero el del medio lo pensó mejor, me detuvo con su mano en mi hombro.

—¡Hey, hey! Está prohibido correr en los pasillos, cielo, y menos en horas de clases. ¿Lo sabes, no? —Su simpática voz llegó hasta mí y me congelé en mi lugar. Mi respiración trabajosa por la corrida de repente se detuvo. Miré hacia arriba y me encontré con los ojos grises que había anotado en el test del amor. Aquellos ojos que le pertenecían a Alexander Pierce, jugador estrella, un año más arriba que yo.

Él me miró con esa sonrisa recta de dientes blancos, esa que revolvía las mariposas de mi estómago, esa que furtivamente siempre me lanzaba por los pasillos. Bajé mi rostro al sentir mis mejillas arder. Si no hubiera estado tan pendiente de llegar a la clase y me hubiera dado cuenta que era él y su grupo, hubiera dado media vuelta seguramente. Mi lado cobarde lo clamaba.

Siempre lo hacía cuando su mirada intensa se me seguía por los pasillos. Sin embargo, nunca se había atrevido a hablarme, sólo jugaba con las sonrisas y miradas. Ya eran varias semanas en ese modo, y eso únicamente sirvió para aumentar el nivel de "un simple me gusta" a un "Casémonos". Se podría decir que tenía muchas ilusiones infundadas.

Miré el movimiento de sus labios cuando empezó a hablar de nuevo.

—Podría ir y llevarte directo con el Sr. Moore, pero ¿sabes? Eres muy linda como para estar en detención. —Cuando pensé que estaba lo suficientemente roja, él levanta mi barbilla con su dedo índice y dice aquellas palabras.

Fui valiente y lo miré directamente a los ojos. Era alto, marcado y de un blanco bronceado por el constante entrenamiento bajo el sol. Era el causante de muchos suspiros, incluidos los míos.

Me observaba embelesado con una sonrisa de lado,  y aquello hacia que las mariposas se sintieran como elefantes. Pero esa conexión acabó cuando escuché el carraspeo de Melanie unos pasos más allá.

La miré sorprendida tomando consciencia de lo que pasaba. Me aparté de Alexander y ajuste mis libros en mis brazos. Miré a todas las sonrisas cómplices de los tres chicos restantes y finalmente caí de nuevo en la mirada de él. Su pícara sonrisa había vuelto.

—Dile a Marval que el entrenador las necesitaba para un asunto. Yo lo arreglo —ofreció, haciendo un ademán con su cabeza hacia la puerta de la clase.

Una Vida Contigo © Terminada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora