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Colocó su saco encima de la cabeza del indefenso omega y se dirigió con él hacia la salida, siendo seguido por las miradas de otros alfas, estaban celosos porque había conseguido a un omega en menos de una hora desde que llegó. Por el aroma que desprendía, podían suponer que era sumamente hermoso y vaya que no se equivocaban, Uchiha Sasuke, era sumamente precioso en especial por aquel rostro tan angelical que lo caracterizaban y aquel cuerpo tan delicado heredado de su madre.

—Sueltame... —suplicó, sintiendo un bulto formándose debajo de su pantalón.

—Lo lamento, pero no puedo dejarte solo en este lugar y menos en ese estado. Me has dado lastima —admitió, subiendo al elevador y de inmediato, presionó el botón del primer piso.

—Tú olor... —suspiró, tapándose de nuevo la nariz junto con los labios.

El rubio, lo miró de reojo llevándose la sorpresa de que el chico apretaba las piernas intentando ocultar el notorio bulto debajo de sus pantalones, no pudo evitar sonreír con burla y negó con la cabeza al sentir que la situación estaba saliendose de sus manos, era divertido porque se prometió a si mismo que nunca se involucraría con un omega. Más aún después de todo lo que vivió al ser cercano a uno pero, ¿por qué pensaba en eso luego de tanto tiempo? ¿Cómo este omega lo hacía sentir tan extraño?

¡Dios! Odiaba a los omegas con todo el peso que podía cargar sobre sus hombros, no deseaba vincularse con uno y mucho menos atar su vida con uno de su clase, es decir, jamás desearía marcarlo o embarazarlo para tener que lidiar con dichos problemas. Solo podía referirse a ellos como seres débiles y despreciables, personas que no tenían control en sus cuerpos frágiles y sumisos.

—No es mi olor, es tu celo lo que esta molestándote —aclaró, colocando una de sus mano en la frente demostrando su frustración.

El azabache asintió ante las palabras de aquel sujeto, decidido a no pensar más en lo extraño que se la estaba pasando y lo diferente que sentía su cuerpo, siempre uso supresores durante su celo para no tener que pasar situaciones incómodas. Nunca imaginó que su celo podría adelantarse, sobre todo cuando su padre era demasiado cuidadoso en ese aspecto, manejaba sus citas con especialistas importantes e incluso, tuvieron que recetarle supresores que fuesen capaces de adaptarse a él ya que ningún otro le hacia efecto.

Intentó ocultar su rostro por debajo de la tela perfumada del saco que le entregaron, pero el olor de aquel perfume no lo ayudaba en nada. Al contrario, le provocaba que su corazón palpitase más rápido y que su respiración se agitara, sentía como el éxtasis se adueñaba de su me te y lo único que tenía ganas era de ser devorado por el sujeto tan masculino que tenía a su lado; necesitaba saber más de él y averiguar como era posible que sintiera dicha atracción.

— ¿Cual es tú nombre? —preguntó, en un gemido poco audible y pudo sentir como era examinado de arriba abajo.

—Uzumaki... Uzumaki Naruto —respondió cortante, regresando su rostro hacia la puerta del elevador.

Su reflejo al lado del pequeño cuerpo del azabache fue lo único que vió y por lo que aquel rostro delicado y avergonzado mostraba era claro que estaba pasando por un momento difícil y extraño, como si fuese la primera vez que el celo se apoderaba de sus acciones, algo difícil de creer en un omega de su edad.

— ¿Donde están tus supresores? —preguntó, tomando del hombro al chico en cuanto las puertas del elevador se abrieron.

—En mi casa... —gimió.

—Entonces te llevaré a tu casa para liberarnos de todo este asunto que es incómodo para ambos —explicó.

—No... Llevame contigo... No... —se detuvo y tragó saliva—. No puedo ir a mi casa en este estado... —suplicó.

Sentimientos recónditos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora