Después de hablar con el médico a cargo, Arturo halló a Benjamín entubado pero conciente.

–Tus padres ya deben de estar llegando de Arequipa –le informó Arturo–. No pude evitar que se preocuparan, así que prepárate para las escenas.

Benjamín bajó los ojos, sorprendido.

–No te preocupes, no me quedaré a esperarlos… Supongo que querrás volver con ellos.

Benjamín lo miró. Arturo suspiró.

–Tu mamá me echó en cara que no te haya cuidado. Yo le dije que lo lamentaba mucho, y que si no me había entendido bien, fui yo quien te salvó la vida.

Benjamín no parecía agradecido.

–Bien, acá les dejaré una nota diciéndoles que estaré alistando las cosas para que se queden en el departamento –Arturo sacó una carta, y Benjamín abrió aún más los ojos–. ¡Vaya! Creo que me equivoqué. A ver ¿qué es esto? Ah, sí, tú lo sabes, ¿no? ¿Te lo leo?

Benjamín negó con la cabeza. Arturo acercó su cabeza al oído de Benjamín y comenzó:

A LAS AUTORIDADES: YO BENJAMIN ULVIA DECLARO QUE ME AUTOELIMINARE PORQUE NO SOPORTO SEGUIR ASI SOY UN CRIMINAL Y MEREZCO QUE DIOS ME CASTIGUE. SINO CARLA SEGUIRA ACOSANDOME PARA SIEMPRE POR HABERLA MATADO YO Y MI AMANTE ARTURO A ELLA Y NUESTRO HIJO QUE ESTABA ESPERANDO. ELLA QUERIA QUE ME FUERA A VIVIR CON ELLA ARTURO DIJO QUE COMO NOS SEPARARIAMOS POR ESA PUTA QUE NI ERA MI HIJO. Y LA MATAMOS Y NOS DESHICIMOS DE SU CUERPO MACERANDOLO EN ACIDO. Y SUS DOCUMENTOS LOS VENDIMOS A UN CHACAL PARA QUE VENDIERA LA VISA A ESPAÑA A ALGUIEN. ASI QUE PARA TODOS ELLA SIMPLEMENTE SE FUE DEL PAIS SIN DECIR NADA Y NO VOLVIO. SOMOS CULPABLES. QUE DIOS SE APIADE DE MI POBRE ALMA.

BENJAMIN ULVIA

Cuando Arturo terminó se guardó la carta y le dijo a Benjamín:

–¡Vaya cuento, hermano! ¡Toda una novela! ¿De dónde la sacaste?

Benjamín rehuyó los ojos.

–¡Pequeño hijo de puta! ¿Así que yo era tu amante y ella era la firme? Esa… regalada, esa… fumona. ¿Qué no te conté que todos en el canal habían pasado por ella? ¿Y tú sigues pensando que era tu hijo? Sólo otro hijo de puta. Una auténtica perra. A la semana siguiente ya nadie la echaba de menos. Bailarinas sin talento hay de sobra.

Benjamín se agitó.

–Ahora te acosa, ¿no? Bonita cojudez. La ves en la televisión, la ves en la calle. Talvez está aquí también. ¡Estás loco, Benjamín! ¡Estás loco como una cabra!

Benjamín ya no reaccionó. Arturo dejó la nota correcta en su velador y volvió a acercarse al oído de Benjamín:

–No sigas diciendo esas cosas tan extrañas, hermano. Acabarás en el manicomio. Les dije a tus padres que talvez habías tenido una decepción amorosa con una de tus compañeras de las prácticas. Déjalo así, es consejo de un amigo.

Se levantó y salió al pasillo. Un par de señores lo abordaron a la entrada del ascensor:

–¿Dónde es, joven Arturo? –le exigió la señora Ulvia.

–Es el último cuarto a la derecha. No se preocupe, señora. El doctor me ha dicho que se recuperará, pero que estará sin habla ni coordinación motora un tiempo. Necesitarán cuidarlo en casa cuando le den de alta en unos días. Iré al departamento ahora para alistar dónde se quedarán hasta entonces.

–¿En su departamento, joven? –protestó la señora– No podemos hacer eso.

–Bueno, será por unos días. Pueden quedarse en la habitación de Benjamín, él paga la mitad del alquiler de todos modos. Luego podrán llevárselo a Arequipa. Creo que allí podrá acabar de recuperarse.

–Gracias, joven –le estrechó la mano el señor Ulvia–. No sé qué haríamos sin usted. Primero Rosita, y ahora nuestro Benja.

–No tiene de qué –replicó, humilde, Arturo–. A su sobrina yo la quise mucho, y Benjamín es para mí como familia. Ahora vayan, los está esperando. Y me llaman cuando quieran ir a descansar al departamento.

Arturo pensó, al verlos entrar en el cuarto de Benjamín, que serían unos días largos, pero que igual pondría su mejor cara para este último acto de la farsa. En poco tiempo confiaba en que Benjamín saldría de su vida como antes había salido la esnob de su prima. Era hora de cambiar, quizás de volver al barrio.

Hola, CarlaWhere stories live. Discover now