Mientras Arturo iba en combi a su trabajo se puso a pensar que la vida de pareja (pareja pareja, claro) es una serie de pequeñas rutinas y sobreentendidos que gradualmente pasan a reemplazar a la pasión inicial; es lo que se podría llamar la madurez del amor, con todos sus dulzuras y peligros. Pensó que tal vez ya estaba llegando a ese punto con Benjamín, y era tiempo entonces de ir pensando en un futuro juntos, más allá de noches apasionadas y sus excesos ocasionales. Quizás la búsqueda de un sitio mejor donde los dejaran estar juntos y hacer familia. Hay pero es tan difícil llegar allá.

Este último pensamiento le desanimó pues, con todo, le dolería mucho separarse más de su tierra, de sus colores y olores tan conocidos y entrañables. Mas hay que hacer sacrificios, y si era necesario haría todos los que hicieran falta para conservar su amor, como le había dejado claro a su “gatito” en el asiento trasero de aquel bus de la mañana. Si lo tenía a él no necesitaba de nada ni nadie más.

Las calles pasaron por la ventanilla y Arturo reconoció un cine al que no había entrado nunca.

–Choche –le dijo al cobrador–, préstame tu diario.

Con el diario en la mano, se acomodó para revisar la cartelera: alguna cosa buena habría, y la encontró, anotándola en un trozo de papel. Sonrió, era cerca de su departamento, así que les daba tiempo de salir a comer algo antes. Sacó su celular y empezó a digitar:

                  hi gatito una pela? tvo a las 9.00 en la plaza valdivia? besos chau arturo

Y la respuesta de Benjamín un momento luego:

                                                                               OK ^_^

Con la satisfacción del deber cumplido, Arturo devolvió el diario. Y recordó cómo había visto a sus gorriones en el departamento antes de salir (benditos sean), tomándose un pequeño descanso, juntos sobre la barandilla. Se veían felices, y Arturo sintió (como nunca antes) que todo a partir de ahora iría bien.

Hola, CarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora