Capítulo 6-¿A salvo? (Primera parte)

512 14 5
                                    

Capítulo 6

La mole roja y negra saltó sobre nosotros, apartando de un hachazo el Ravener, negándonos de esa manera la única “protección” que teníamos. Todos estábamos cansados, éramos pocos, nuestras armas no eran precisamente demasiadas ni eficaces contra monstruos de tres metros.

Esquivé el primer golpe dirigido hacia mí, a la vez que apretaba el gatillo, haciendo desaparecer a uno de los sabuesos restantes en un estallido que se grabó en mi retina.

 –No dejes de moverte, no dejes de moverte…-repetía una y otra vez en mi mente.

No sabía cuál era mi dirección, sólo quería seguir vivo un poco más, quizás se presentase la oportunidad si conseguía sobrevivir lo suficiente.

Los golpes del demonio hacían retumbar la tierra, dejando profundos surcos en el asfalto, haciendo volar por los aires piedra caliza, tierra y polvo. Angie saltó a un lado, esquivando un golpe, para luego ser barrida de un golpe y finalmente caer al suelo, aturdida. La bestia se acercó a ella, dejando su espalda a la vista. Apunté al centro de esta y jalé el gatillo, provocando que el Whiminocen se retorciese y desviase su atención hacia mí. Detrás del ser, Karion corría a auxiliar a Angelika, arrastrándola hasta la relativa seguridad del Zarigüeya, a la vez que vociferaba una y otra vez un pedido de auxilio a su comunicador. Una nube de polvo los cubría como un manto, casi como protegiéndolos delicadamente.

Esquivé el golpe descendente del demonio por los pelos, saliendo de mi trance. El quedarme mirando a mis compañeros casi me había costado la vida. Nuevamente intentó apalearme, esta vez con la hoja y el hombro del arma. Salté hacia atrás para esquivar el golpe, me agaché y comencé a correr en dirección opuesta al demonio. Necesitaba alejarlo un poco más, quizás así Karion lograse que nos rescataran a tiempo.

El cansancio y la mala alimentación de los últimos días comenzaban a ganar terreno: el fusil pesaba en mis manos, mis piernas estaban agarrotadas y mis recientes heridas escocían más que nunca.

Giré sobre mí mismo, para descubrir que tan sólo un par de metros me separaban del monstruoso ser, cuya hacha descendía sobre mí. Mi cuerpo se congeló. Así que así moriría, partido por la mitad por un titán de piel roja y negra. Entonces un resplandor de chispas, producido al chocar metal contra metal, me devolvió el alma al cuerpo: Karion había desviado el golpe con sus hojas. Caí al suelo y busqué mi arma. No me había dado cuenta de que había soltado el fusil de asalto durante esos instantes de trance, quedando lejos de mis manos. Manoteé mis bolsillos, buscando algo útil. Encontré un objeto y lo saqué, temblando, nervioso, debido a que mi confianza se había ido junto con el fusil, que acababa de ser pisoteado por los cascos del monstruo. Una bengala roja, un poco sucia, se encontraba entre mis dedos. Tiré de la anilla de seguridad y apunté hacia el demonio, que luchaba por aplastar a Karion con su arma. Me recordaba a una grotesca imitación de un hombre aplastando a una mosca.

La bengala comenzó a lanzar su carga en forma de haces rojas en dirección al Whiminocen, que aunque no hicieron demasiado, lograron distraerlo lo suficiente como para que las cuchillas de mi compañero lo alcanzaran en una de sus patas, haciéndolo perder el equilibrio, inclinándose pesadamente sobre el suelo. Karion no perdió tiempo, e intentó atacar su cabeza, pero un golpe con el dorso del brazo por parte de la bestia lo hizo caer de bruces a varios metros de distancia. Apoyándose sobre su hacha, se irguió nuevamente. Comenzó a dirigirse en dirección a mi inconsciente camarada, lento pero seguro de su victoria. Me erguí dificultosamente y corrí hacia ambos, aunque consciente de que llegaría tarde. Pude ver cómo el demonio agarraba a mi amigo de una de sus piernas, levantándolo cabeza. Entonces el sonido agudo de turbinas se coló en la escena, como si fuese algo de otro mundo. Tanto la bovina cabeza del Whiminocen como la mía se irguieron para escudriñar el cielo, es busca del origen de aquella cacofonía. Dos aeronaves, cuyo tamaño aumentaba rápidamente, se acercaban hacia nosotros.

Cruzados -El infierno en la Tierra- (EDITANDO)Where stories live. Discover now