Cap. 5 Fue una brillante idea

1.5K 113 16
                                    

La noche se regodeaba con el esplendor de la luna llena que a su vez se encontraba acompañada por una inteligente selección de planetas y astros. Las estrellas se paseaban por el cielo a un ritmo diligente y, en un abrir y cerrar de ojos, terminaron su baile dejando a la vista un amanecer lleno de vivaces colores que se intensificaban hacia el horizonte.

Sebastian no había podido conciliar el sueño sino hasta más de media noche. Había pasado todo su insomnio pensando qué información habría en el resto de los documentos y, para más peso, buscaba respuestas para el que ya había leído. Ser un gato negro, pensó; qué curiosidad.

La duda es existencial para todo ser humano y, sobre todo, para que una civilización avance. Si Cristóbal Colón no se hubiese cuestionado si en verdad la Tierra era plana, seguiríamos creyendo que así lo es. La duda tuvo un factor determinante y todo lo que se necesitó fue un buen ojo observador: una persona despierta capaz de reconocer e identificar las variantes e incoherencias que cualquier ideal puede tener.

Sebastian tenía en mente descubrir otro avance para la sociedad. Él iba a ser el Cristóbal Colón del nuevo mundo que averiguaría qué había más allá del puente y, también, qué se ocultaba más allá de las  limitaciones litorales que los superiores habían establecido mucho tiempo atrás. Él estaba seguro de que lo lograría y todo lo que necesitaba era tiempo. 

Al sonar la alarma, Sebastian se levantó de la cama un poco soñoliento. Se bañó, se cepilló los dientes y se vistió formalmente para ir a la reunión con la reina. Se peinó el cabello hacia atrás dejando a la vista un rostro fuera de imperfecciones, unos pómulos sobresalientes y unos hipnóticos ojos grises. Cogió su maletín y lo llenó de planos y papeles vacíos, aunque no sabía muy bien cómo funcionaría o de qué trataría la junta, él iba preparado.

Emprendió camino hacia la estación del metro aéreo, donde había acordado encontrarse con sus dos compañeros de trabajo. Sebastian habría preferido ir en un metro común, pero estos no tenían rutas que llevasen a una persona desde un estado a otro y mucho menos al Capitolio. El metro aéreo era el único que sí contaba con las rutas y, por obvias razones, era el más efectivo para viajar hacia El Área.

—Justo a tiempo —dijo Marcos, el más joven del grupo.
—Sí, solo falta Juan —mencionó Sebastian.
—No, ya él está aquí, solo que fue por un capuchino. No debe tardarse en llegar —explicó Marcos.
—Pensaba que yo era puntual, pero ustedes me ganaron —dijo Sebastian mostrando una moderada sonrisa.

El metro aéreo, entre muchas de sus cualidades, tenía un aspecto que lo diferenciaba mucho del subterráneo: era más rápido y eficaz. No tardaron ni diez minutos en llegar a su destino y durante ese tiempo Sebastian y sus compañeros permanecieron admirando atentamente todas las megaconstrucciones con las que gozaba la ciudad principal de Utopía, El Área.

Enormes edificios residenciales ecológicos rodeaban toda la ciudad y daban paso a innumerables vías y carreteras que se alzaban y flotaban alrededor de toda Utopía. Extensas zonas de recreación permanecían suspendidas en el aire a la vez que ofrecían un sinfín de juegos y espectáculos. Los departamentos aumentaban de tamañon considerablemente cada vez que se acercaban más hacia el centro de la ciudad y varios rascacielos modernos, con pisos que se movían y paredes cristalinas que cambiaban constantemente de color, eran la atracción principal de todo turista. El comercio en El Área era muy elevado y sofisticado, las empresas comerciales contaban con publicidad que se reproducía en los ventanales de los grandes edificios a la vista de todos, algo ya común en las cuatro ciudades principales; asimismo, contaban con tecnología holográfica 5D que interactuaba directamente con las personas.

Todo parecía haber salido de una película de ciencia ficción y Sebastian y sus dos compañeros admiraban determinadamante cada detalle. Utopía, sin duda alguna, era una superinfraestructura colosal fuera de cualquier imaginación. El perfecto orden de los edificios y el coordinado balance de tamaños, colores y demás, eran causa de mucha admiración y deleite con solo imaginarse la laboriosa obra y el apreciado tiempo que se tuvo que haber requerido para construir tan avanzada civilización.

UTOPÍAWhere stories live. Discover now