Cap. 2 No puedes confiar en nadie

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Llenándose de valor y coraje, Sebastian entró a su casa sin saber qué podía encontrar allí. Repasó en su mente lo que diría Yo no le conté a nadie ni dije nada, solo esperaba que su jefe le creyera. Llevaban un largo tiempo trabajando, pero no podía asegurar lo que iba a suceder.

—Sebastian, menos mal que llegas. Ya estaba a punto de irme —dijo Louis acomodándose en el sofá. Dejó su teléfono sobre la mesa y se puso los lentes sobre la sien.
—Pasé antes al super para comprar unas cosas que me hacían falta. Por eso me tardé un poco en llegar.
—No importa, ya estás aquí.
—Sí… ¿qué sucedió? —preguntó Sebastian confuso.
—Nada malo, solo que… —tiró el documento inédito sobre la mesa de centro. Luego procedió —Te pude notar ojeándolo esta tarde. Un utopiano común no haría semejante acto.
—Lo siento, yo...
—Exacto. Tú sentiste curiosidad.

Sebastian tomó asiento en otro sofá justo frente a Louis, cruzó las piernas y comenzó a prestar atención. Encendió su teléfono y empezó a grabar todo, quería ser precavido. Hubo algo que sus padres le enseñaron antes de partir, no confiar en nadie.

—No te imaginas la cantidad de personas que he mandado a mi oficina y nadie, absolutamente nadie notó siquiera la presencia del archivo.
—En verdad lo siento, por favor, no avise a la policía —rogó Sebastian.
—¿Avisar? Pero si no has hecho nada malo —exclamó Louis. Acomodó su corbata, tomó un respiro y luego continuó. —Tómalos y míralos.

Sebastian agarró el documento y pudo notar que se trataba de un plano. La estructura del puente estaba allí, frente a sus ojos. Cada información necesaria sobre él estaba en sus manos.

—¡Es asombroso! Pero aún sigo sin entender... —dijo Sebastian haciendo a un lado el documento.
—Tú y yo queremos saber qué hay más allá del puente —explicó Louis y, al ver que Sebastian no decía nada, tomó de nuevo la palabra. —He pasado toda mi vida investigando todo lo relacionado con ese puente. Construí mi empresa allí, cerca de él, con el objetivo de poder verlo todos los días y a lo mejor descubrir algo, pero no he conseguido nada nuevo que no haya visto ya hace años.
—No tiene mucho que decirnos.
—¿Qué sabes sobre él? —preguntó Louis mientras agarraba una copa de vino tinto que salió de una mesita esquinera.
—Pienso que sabemos lo mismo: todos los días a las doce horas pasa un tren que tiene inscrito las iniciales P.U. 12D, un par de polirobots aparece desde el sur para inspeccionar el puente a cada hora y que nadie ni nada que no sea aquel tren lo ha atravesado o circulado jamás. Es un gran misterio, ¿por qué se necesita tanta seguridad que proteja un puente que a nadie le interesa ver?

Louis permanecía sentado y prestando atención a cada palabra, sin embargo, no mostraba señal de asombro. Sebastian, en sus pocos años conociéndolo, nunca lo había visto tan entusiasmado como estaba esa noche. Veía en sus ojos color ámbar la felicidad de un hombre al ganar la lotería.

—Yo, por mi parte, tengo otros datos. En el plano que acabas de ver hay un nombre y una fecha. Allí dice que el puente fue diseñado por los ingenieros del edificio Sur, como casi todas las megaestructuras marítimas que hay en Utopía. Todos sabemos que ese edificio es el más antiguo, su datación se remota a unos veinte años después del nuevo mundo. Sin embargo, en el plano hay una fecha de impresión de unos dos años antes de la Catástrofe. Estas fechas no concuerdan en ningún sentido.
—¿Qué tal si el plano fue hecho en la Tierra porque sabían que luego lo iban a necesitar? —opinó Sebastian tratando de comprender.
—También pensé eso, pero claramente según la documentación, los científicos de la Tierra no hubiesen podido saber que el planeta en donde íbamos a aterrizar tendría solamente dos islas, como para prediseñar un plano para el puente que hoy conocemos.
—¿Y qué información tienes sobre quién lo diseñó? —preguntó Sebastian buscando pistas que a lo mejor revelaran algo.
—El ingeniero en el área marítima que diseñó el puente no apareció sino hasta veinte y cinco años después del nuevo mundo, quien inició su carrera y se hizo famoso al construir el distinguido Puerto Náutico de Ufópolis. Además, según la historia, el puente se cerró al inicio del régimen perfeccionista. Estaríamos hablando de unos 18 años antes de su construcción.
—Nada encaja. Es como un rompecabezas hecho al azar —dijo Sebastian mientras se frotaba los ojos. —¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta?
—No creo que muchas personas hayan tenido acceso a estos planos y, además, está prohibido cuestionar lo decretado por la Santa Asamblea. Por más incoherente que sea, es así y así es.
—Supongo que ni los más inteligentes profesores de historia se han dado cuenta.

—Buenas noches, Sebastian. Veo que tiene compañía. ¿Cómo está, señor Louis? ¿Quieren algo de tomar o un tentempiés? —saludó Lucy, la sirvienta holográfica del departamento.
—No, Lucy. Estamos bien.
—Excelente, les traeré un poco de agua fría.

Sebastian y Louis se quedaron en silencio por unos segundos. Esperaron a que Lucy les sirviera el agua fría, la cual vino acompañada por unas crujientes galletas de chispas de chocolate y de una copa de cóctel ligero. Comenzaron a comer y esperaron hasta que se marchara para continuar.

—Durante varios años ideé un plan, el cual había dejado en el olvido por no tener ni tiempo ni cómo ejecutarlo —dijo Louis.
—¿De qué trata? —preguntó Sebastian con los ojos brillantes.
—Según el plano, la cerradura que posee el puente es clase A, es decir, de acceso únicamente con tarjeta autorizada directamente por El Área. Pero, si observas bien los primeros dos pilares, notarás que cada uno de ellos tiene una pequeña concavidad hueca que se extiende hasta su superficie.
—Interesante… por lo que nadando hasta el primer pilar y escalando hasta su ligamento colateral se podría penetrar el puente.
—Exacto. Lo único que quedaría sería correr hacia el otro extremo y esperarse lo que sea. Aunque debo admitir que sería decepcionante no encontrar nada.
—Sin duda alguna —respondió Sebastian. —Me parece un plan simple, pero eficaz. ¿Cuándo lo podríamos ejecutar?
—¿Que te parece en una semana? —consideró Louis.
—Perfecto, ya que se interviene la celebración del Rey de Oro. Todos estarán ocupados con las preparaciones y pasaremos desapercibidos.
—Eso espero —musitó Louis.

Louis tomó un último sorbo a su copa de cóctel y luego se metió a la boca una galleta. Se limpió con una servilleta que había traído Lucy y, echándole un vistazo a su reloj, hizo gesto de quererse ir. Sebastian notó la hora y cedió a que se marchara. Lo acompañó hasta la salida, se despidieron y enseguida regresó.

Consecutivamente, comenzó a apagar las luces para irse a dormir, pero al ver que Louis había dejado el archivo del puente se detuvo un momento para agarrarlo y leerlo de nuevo. Notó las líneas, los trazos, las medidas, comprobó lo de la fecha y el nombre. Posó sus dedos sobre aquellas letras impresas. Todo lo había llevado a una conclusión: el plano era falso.

Se dejó caer suavemente en el mueble y sujetando el plano trató de entender qué estaba pasando. Todo le había parecido tan real que era difícil imaginarse que ahora todo podría ser una farsa. Recordó a sus padres una vez más, no puedes confiar en nadie.

UTOPÍAWhere stories live. Discover now