Capítulo 39.

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Ups, misión fallida. En cuanto divisé a Harry, apoyado en su auto negro -no tenía idea de marcas de autos, pero parecía bastante maravilloso-, mis ganas de asesinarlos volvieron. Caminé hacia él, con mis pasos remarcando el enojo que aún conllevaba. Su sonrisa se dispersó en el aire, siendo reemplazada por un semblante serio y unos labios fruncidos. Le alcé las cejas en forma de saludo y me metí en el auto. Rodeó el mismo y se metió él también, sin dejar de mirarme. Fue imposible alejar mis nervios. Cada mirada que Harry me lanzaba, me hacía estremecer como una idiota. Sus ojos tenían un poder magnífico sobre mí.
-¿Cómo conseguiste mi número?-me atreví a mirarle.
-Tengo mis contactos-guiñó. Ugh, ahí estaban esos guiños sensuales otra vez.
-No te hagas el interesante-dije en tono borde-. No te sale.
Lo único que salió de los labios de Harry antes de hacer andar el auto, fue un resoplo. Mi cuerpo se plasmó al asiento del copiloto por producto de la velocidad que comenzó a tomar. Por un momento me sentí asustada. Por el rabillo del ojo observé su perfil perfectamente esculpido por los dioses griegos. Sus cejas estaban fruncidas, sus labios se mantenían tensos, como si algo le molestara. Desearía poder leer mentes. Al menos, su mente.

El camino se hizo completamente eterno. Harry no se avispó en poner música o algo. Pero, bueno, tenía razón en enojarse: yo había comenzado con gritarle por algo que, quizás, él ni siquiera recordaba haber hecho. El auto se detuvo al frente de mi casa y saqué el celular de mi bolsillo: las tres con cinco minutos.
-Tenemos cuatro horas antes que Liam llegue a casa-dije volviéndome a ver su rostro, que me observaba con sus ojos brillosos.
Sus cejas se relajaron al fin y sus labios esbozaron su singular sonrisa pícara.
-Son suficientes-murmuró con sus ojos clavados en los míos, logrando intimidarme.
-Si sabes que debemos terminar el trabajo, ¿cierto?-recalqué.
-¡Claro, a eso me refería!-rió, pretendiendo que no había notado el doble sentido de sus palabras.
Puse los ojos en blanco y una resignada sonrisa apareció en mi rostro. No podía estar mucho rato sin que me sacara una sonrisa. No podía estar enojada con él. Sentí cómo su mirada escaneaba cada centímetro de mi cuerpo, para centrarse en mis labios. Oh, no me hagas esto, Styles.
-¿Me dirás qué ocurrió esta mañana?-susurró.
-Qué ocurrió esta mañana-bromeé con una inocente sonrisa. Él rió.
-Es en serio-intentó apagar su sonrisa-. No estoy en plan de bromas.
Volvió a ponerse serio. No estaba en plan de bromas.
-Oh, ya sabes, tuve una pequeña discusión con Daniella.
-¿Por qué?
-Estupideces-musité esquivando su mirada. Acto seguido tomé mi mochila y bajé del vehículo de último modelo. No quería decirle la razón de la pelea; no quería que notara que en serio me ponía muy celosa.
Abrí la puerta de casa y -vaya qué novedad- no había nadie. Lancé mi mochila hacia el sofá y me giré hacia la puerta. Harry ya estaba dentro, dándome un gran susto y sosteniendo una carpeta negra en sus manos. Quizás era el proyecto. Cerró la puerta a sus espaldas, sin dejar de mirarme. Mordí mi labio, como si de esa forma no pudiera estar nerviosa ante su mirada impenetrable.
-Dime, por favor-susurró.
-No quieres saber, en serio-reí nerviosa.
-Sí quiero-volvió a susurrar, dejando los papeles encima de la mesa y caminando lentamente hacia mí. La distancia era cada vez menor. Por un momento recordé nuestro primer beso en el salón de clases.
Suspiré rendida. El silencio se presentó entre nosotros como lo hizo en cada rincón de la sala. Perdería toda mi dignidad al confesarle el porqué me había enfurecido.
-Daniella dijo que quería follar contigo-rodé los ojos-. Y, bueno, pues, me... me puse celosa.
El estruendo de su carcajada hizo eco y apreté mi mandíbula, intentando reprimir la frustración que me causaba su risa. Resoplé irritada y dirigí mis pasos al segundo piso. No esperaba a que me siguiera, pero lo hizo de todas formas. Sentía sus pasos subir justo por detrás mío. Yo sólo quería escapar de él. ¡Por qué me hacías tan inestable, Harry Styles!
Intenté cerrar la puerta de mi habitación, pero sólo le faltó un leve empujón para entrar y encerrarnos a ambos. Jadeé nerviosa. Sus manos tomaron mi cintura y me llevó al borde la cama, para luego besarme los labios. Oh, Dios. Sus perfectos labios luchaban contra los míos de manera muy intensa y excitante. Su lengua se hizo paso para acorralar la mía y hacerlas danzar juntas. Besaba tan jodidamente bien. Me empujó hacia el colchón y de inmediato gateó hasta quedar encima mío. Sus besos se centraron en mi cuello y yo gemí fuerte. Tomó con fuerza los bordes de mi camiseta hasta quitármela por completo. Su lengua caliente recorrió el principio de mis pechos, donde el sostén no estaba cubriendo, y sus manos tomaron mis muslos hacia sus caderas. Sentí su erección chocar con mi entrepierna y me miró con una lujuria tremenda.
-¿Y si te digo que con la única que yo quiero follar es contigo?-susurró.

La Filosofía De Amarte |styles|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora