Especial 1K de leídos.

69.1K 5.1K 515
                                    

N.A:

¡Hola!

Primero que nada, este es un especial sobre la infancia de uno de los personajes. No voy a decir quién, pues sería spoiler. De todos modos, ya lo sabrán; se aclara (o al menos eso parece). 


PD: Capítulo narrado en tercera persona.

________________________________


 Una pequeña de unos cinco años de edad lloraba mientras veía la tumba de sus dos padres. Una señora algo mayor la abrazaba, intentando consolarla.

 La niña no entendía el por qué de que sus padres estén bajo tierra; ¿acaso la vida la ha castigado lo suficiente? Lo único que sabe, es que jamás los volverá a ver, o eso le dijeron las señoras que la cuidaban en el orfanato.

—Pequeña, creo que es hora de decírtelo —dijo la mujer que abrazaba a la niña —. Mira, pues... 

—¡Margarita, apúrate, que ya vinieron a buscarla! —gritó una de las señoritas que estaban en el orfanato. Lo curioso de todo esto, es que el orfanato se encontraba a pocos metros del cementerio. A algunos niños les aterrorizaba; ¿y si algún día los muertos cobraban vida y salían como zombies? ¡Claro que eso no sucedería! Pero, ¿cómo culpar a niños con mucha imaginación?

—¡Giselle, esto debe ser dicho con calma y delicadeza! —la señora que abrazaba a la niña se paró de golpe, y al ver que ha asustado a la pequeña con tanto griterío, se agacha y vuelve a abrazarla —. Pequeña, vinieron a buscarte —agregó, con una sonrisa. 

—¿Quiénes? —preguntó la niña, algo desconcertada. Sabía quiénes, pero no quería admitirlo. 

—Tus nuevos padres —dijo Margarita, con una sonrisa. 

 La niña sabe lo que eso significa: Ha sido adoptada. 

 Al llegar al orfanato, entraron por la puerta trasera. La puerta daba a cocina, y el olor a pan recién horneado las rodeaba. La niña se sintió apenada porque sabía que jamás volvería a oler aquel aroma. 

 Ella se despidió de sus compañeros y de sus cuidadoras, y subió a recoger sus cosas. Con cada escalón que sube, una lágrima más cae. Como la maleta era pequeña, no le costó bajarla por las escaleras; tantas cosas no poseía.

—¡Hey, espera! —dijo una de las niñas que estaban con ella en el orfanato —. Ten esto. No nos olvides —sonrió, y le dio un collar que le entregaban a todas las niñas que se iban. Ese collar, dentro del orfanato, le decían "El collar de la despedida".

 Ahora que ella lo piensa, es un buen nombre para un collar tan peculiar: tiene grabado una puerta abierta. Jamás lo había visto de tan cerca; sólo se lo dan a las niñas y niños que se marchan, y no vuelven nunca. 

 Salió afuera, no sin antes agradecerle a la niña por el gesto. Su cara se tornó a una sorpresiva cuando al salir, logró observar un auto rojo, una señora y un señor con una bebé en brazos. 

—Hola, ¿cómo te llamas, pequeña? —dijo la señora, abrazándola, con una gran sonrisa en el rostro. Es rubia, y poseé unos ojos color miel particularmente hermosos.

—Theodora —respondió la niña, bajo los brazos de la señora, con un hilo de voz. 

—Que bello nombre —dijo esta vez el señor, con una gran sonrisa grabada en su rostro. Él es castaño, y sus ojos celestes resaltaban demasiado. 

—Bueno, súbete al auto, Te —ella volvió a sonreír —. ¿Te molesta si te digo Te desde ahora en más? —la niña sacudió la cabeza en forma de negación, y se subió al auto. La señora y el señor que de ahora llamaría padres, subieron su maleta al baúl del auto, y se subieron al carro. 

 Ellos encendieron el auto, y aceleraron. 

 Theodora le echó una última mirada al orfanato, antes de doblar a la derecha y perderse entre las primeras gotas de lluvia.





Verdad o Reto | #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora