Capitulo 1

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Capítulo 1

El paisaje oscuro de la ciudad se veía salpicado por la fuerte lluvia que caía torrencialmente. Las gotas chocaban con fuerza en la pequeña ventana, en la décimo séptima planta del antiguo edificio, ubicado en el barrio histórico de la ciudad. Abajo, abrigado por una gabardina y un sombrero de caballero a juego, una silueta oscura miraba atentamente hacia ella, como si la distancia, por no hablar de la lluvia, fueran ajenas a sus ojos escrutadores, capaces de ver con total claridad al hombre que estaba tras el cristal.

***

Pensativo Simón, desde lo alto de aquella decadente construcción, apartó la vista del hombre de la calle. Dejó sobre la mesa la pequeña petaca de whisky vacía y miró a esos otros ojos —dulces en este caso—, atemorizados que le pedían ayuda.

Tal vez había llegado el momento de solventar sus problemas económicos con aquella inesperada visita. Resolver un caso tan complejo tras años de estancamiento podría no solo acarrearle una buena inversión en su cuenta corriente, sino que podría significar su retorno al gremio de detectives local, después de todo él había sido el mejor...

—He venido a usted, porque es el mejor. —Ahora estaba en un apuro, que resaltaran sus cualidades era su punto flaco, ahora la negación sería mucho más difícil. Se angustiaba por seguir siendo muy en el fondo un ególatra.

—De eso hace mucho señorita.

Rubia y de no más de metro sesenta, Elizabeth había acudido a su despacho con la esperanza de que aceptara el encargo de encontrar a su marido, desaparecido catorce meses atrás en una conocida celebración local. Fue solo un momento, Elizabeth había ido baño y al volver se encontró sola en el festival de verano, en la zona reservada para la alta sociedad. Desesperada le buscó toda noche entre bailes y vestidos caros sin encontrar un solo indicio de cual era su paradero. Nadie le vio marcharse, desapareció como absorbido por el aire. Durante todo un año buscó una ayuda que nunca logró encontrar. La policía estaba preocupada por casos prioritarios que tenían en jake a toda la ciudad. Como el del famoso asesino Ángel el estrangulador. Algo mucho más importante que un abandono familiar, aunque este fuera por un rico e influyente joven local.

—El tiempo no habrá podido alterar vuestra indudable capacidad investigadora señor, es usted mi ultima esperanza.

Las lágrimas resbalaban por las mejillas de la pequeña mujer, pero su voz era tranquila, inalterable. Simón respiró hondo prietos los ojos, llevándose a ellos los dedos, como tratando de aclararse la mente.

—Tengo constancia de su caso Elisabeth.

—Por favor, llámeme Eli —le interrumpió ella mientras apretaba su pequeño bolso con las dos manos en su regazo.

—De acuerdo, Eliza... quiero decir, Eli —carraspeó un momento antes de continuar—. Entiendo su frustración pero su marido posiblemente esté en este momento en cualquier otro país —miró dubitativo la expresión de la joven antes de proseguir—. David extrajo todo sus ahorros del banco la mañana del último día en que fue visto. Desapareció en medio de un baile rodeado por cientos de personas de la mayor casta de la ciudad. En su casa —volvió a coger la petaca para dar un trago, pero la soltó al comprobar que seguía vacía— cuando el jefe de policía investigó, destacó la ausencia de muchas de sus prendas, de su carnet de identidad, su permiso de conducir... Señora, apostaría a que su marido está en estos momentos en cualquier otra ciudad de Europa con una nueva mujer, con varías tal vez, una cada noche, aprovechando toda su fortuna en placeres carnales, alcohol y drogas.

Elisabeth no alteró su gesto, después de todo habría oído la misma conclusión innumerables veces desde lo ocurrido catorce meses atrás. Abrió su pequeño bolso y extrajo un sobre arrugado que dejó suavemente sobre la mesa. Tras mirar con cautela a Simón, como esperando leer algo más de lo que se podía ver a simple vista, lo cerró y se incorporó súbitamente.

La profanación (Paralizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora